'Me siento en plenitud'

AutorFrancisco Morales V.

Al arribo a sus 65 años, el artista Sergio Hernández todavía no decide por completo si de verdad pertenece, o no, a ese brillante linaje de pintores que el escritor Andrés Henestrosa, también su paisano, denominó Escuela Oaxaqueña de Pintura.

"No estoy seguro de ser parte, pero, si así fuera, sería el último", reflexiona en entrevista.

Más allá del lugar que la crítica y los historiadores de arte decidan otorgarle, incluso al lado de paisanos como Rufino Tamayo, Rodolfo Nieto, Francisco Gutiérrez, Rodolfo Morales, Francisco Toledo y Roberto Donis, lo que resulta incontrovertible es que Hernández (Huajuapan de León, 1957) es uno de los artistas plásticos mexicanos de su generación con mayor proyección internacional.

Así lo refrenda con Rescoldos de Oaxaca, una muestra que actualmente se encuentra en el Museo de Arte de San Diego.

"Es una exposición sobre la alquimia, los planos superpuestos, donde lo que está arriba también está abajo -la serendipia-, y están presentes los rescoldos de la cocina de carrizos de la abuela", describe, en respuesta a un cuestionario de este diario.

Conocido por sus representaciones terrosas y enigmáticas de la naturaleza oaxaqueña, además del uso de la iconografía zapoteca y mixteca de su herencia, Hernández jamás abandona la tradición.

"Para la exposición de San Diego utilicé cenizas de fogón; doy un ejemplo: el mercurio y el azufre suben a la superficie de la tierra y son quemados por el sol, creando una costra negra, y a ese color se le llama cinabrio, el cual se vuelve a enterrar envuelto en yeso con un popote como respiradero y se quema otra vez. Lo que quede de esa tierra, ese rescoldo, es el rojo cinabrio, es el tono rojo más rojo que existe en la paleta pictórica, y es el rescoldo de la quema de este mineral", detalla el artista.

La tradición, en el más amplio sentido de la palabra, puesto que Hernández toma las técnicas para su pintura del pasado remoto de muy distintas latitudes.

"La piedra de lapislázuli vino de Afganistán; sus pigmentos fueron piedras molidas en morteros hasta lograrse un polvo azul muy fino como el utilizado en las telas o los frescos de Miguel Ángel, de Leonardo da Vinci, de Fra Angélico.

"Asimismo, la exposición incluye cuadros de gran formato hechos con placas de plomo trabajados con vinagre, logrando una corrosión que ataca la placa blanca y crea el color blanco más puro que existe", abunda sobre los materiales usados.

Como ocurre con los artistas con vocación más profunda, el...

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