'Siempre quise un elefante'

AutorIsrael Sánchez

En 2004, con el pleno de la Academia Mexicana de la Lengua (AML) trasladado a Universum, Museo de las Ciencias, la astrónoma Julieta Fierro (CDMX, 1948) lanzó un reto al entonces titular de la misma, José G. Moreno de Alba.

Frente a los atónitos reunidos, entre ellos Alí Chumacero, Margo Glantz y Margit Frenk, el lingüista se levantó y consiguió quitar de un tirón un mantel sobre el que había un florero, una copa de champaña y varias velas encendidas, sin que una sola cosa cayera al suelo.

Cumplido el experimento científico y de prestidigitación, Fierro, entonces directora de Divulgación de la Ciencia de la UNAM, dio lectura a su discurso de ingreso como miembro de la AML, titulado "Imaginemos un caracol, al ritmo de 'Los marcianos llegaron ya / y llegaron bailando el chachachá'".

Un texto con metáforas y analogías entre dicho integrante de la familia de los gasterópodos y el ser humano, con evocaciones al origen de ambos así como al del Universo mismo, y una ponderación del lenguaje y las palabras.

"Nuestra baba puede o no dar asco. Sin embargo, al igual que la del caracol, que se convierte en rasgo estelar cuando emerge el Sol, la nuestra se convierte en fruto de placer luminoso en los actos de amor", leyó aquel agosto "la gran dama de la divulgación científica en nuestro País", como la calificara el médico Ruy Pérez Tamayo al contestar su discurso.

"Adornada con el manto de una preparación académica impecable, estimulada por un compromiso decidido con su vocación, y dotada con una personalidad suave y atractiva, Julieta ha sido y es la campeona de la divulgación de la ciencia no sólo en México sino en toda Latinoamérica", diría entonces el patólogo fallecido en enero pasado. Y sus palabras no pierden vigencia.

Más de 40 libros publicados, tres honoris causa, y escuelas, planetarios y sociedades científicas con su nombre, se enlistan entre los frutos de una vida consagrada a tal vocación, en la que acaso se iniciara más bien por azar, tal como lo recuerda la propia Fierro, hoy de 74 años.

Esto gracias a Manuel Peimbert, su maestro de astronomía que luego la invitó a ser su asistente -y de quien adoptaría como campo de estudio la composición química de la materia interestelar-, quien en alguna ocasión la envió en su lugar a participar a un programa en Canal Once; "era el crimen perfecto, porque en esas épocas nadie lo veía", apunta Fierro.

"Él, sin querer, me metió al campo de la divulgación. Porque lo invitaron a la tele y me dijo: 'Ve...

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