Siempre y Cuando / Nada más pregunten

AutorLuis Vicente de Aguinaga

Son muchos los diarios y revistas que, al terminar el año, publican los títulos de aquellos discos, películas o libros que ciertas personas consultadas, por lo regular ilustres o notorias o con autoridad en la materia, juzgan los mejores del periodo en cuestión. Menos frecuente, aunque también usual, es que tales publicaciones armen sus ternas o quintillas consultando a meros aficionados o amateurs indignos de toda confianza profesional, si bien amparados en el renombre que otras actividades les hayan procurado. Los temas del sondeo, por lo demás, no tienen por qué reducirse a los rubros que aquí menciono -libros, películas y discos- y es incluso preferible, según la perspectiva de quienes organizan y aplican estos cuestionarios, que se hable también de acontecimientos deportivos y exposiciones comerciales, cuando no de bares y locales gastronómicos de moda. Así, nadie deberá extrañarse cuando un famoso locutor de radio emita su opinión en materia de restaurantes vanguardistas, ni cuando boxeadores o cantantes egresados de Operación Triunfo digan qué libros de poemas o espectáculos musicales en vivo les han parecido los más destacados de los últimos meses.

Lo que suele ocurrir, por desgracia, es que nadie recuerda (por decir algo) en diciembre la película que tanto le gustó en febrero, el concierto que lo volvió loco en abril ni las impresionantes aportaciones a la temporada otoño-invierno de aquella osada pasarela de septiembre.

Y no es que las emociones vinculadas con tales experiencias inolvidables hayan caído sin más ni más en el olvido, sino que la memoria humana es una desgracia, una mezcla infame de vanidad y arrepentimiento, y decir a fin de año que lo mejor de 2004 fue acaso la visita de Chayanne a Guadalajara, o la polémica emprendida infructuosamente por algunos intelectuales con (contra, en realidad) los altos mandos de la Secretaría de Cultura sobre asuntos de arte conceptual, o el nuevo disco de El Potrillo, supone cuando menos dos riesgos nada desdeñables: primero, el de incurrir en el ridículo sin mayor provecho -y entre los abucheos de quienes piensan lo mismo y no se atreven a decirlo- y segundo, poner a prueba la memoria (pésima) de quienes ya ni siquiera recuerdan cuándo salió a la venta esa grabación de Alejandro Fernández, qué se dijo en aquellos debates llenos de sabiduría ni si de verdad uno fue o no fue al show de Chayanne o dónde andaba.

Hace poco, hablando con...

Para continuar leyendo

Solicita tu prueba

VLEX utiliza cookies de inicio de sesión para aportarte una mejor experiencia de navegación. Si haces click en 'Aceptar' o continúas navegando por esta web consideramos que aceptas nuestra política de cookies. ACEPTAR