De Sicilia a Sinaloa

AutorMauricio Bares

El 40 aniversario de El Padrino, de Mario Puzo, ya es pretexto suficiente para leer la novela otra vez. Y al hacerlo se confirma que los buenos libros ofrecen visiones frescas en cada nueva lectura. No sólo encontramos su influencia en muchas obras recientes, sino explicaciones simples para problemas sociales que hoy siguen sin atenderse de manera eficaz e inteligente.

Más allá de su conocida influencia, El Padrino también merece leerse porque sus contenidos se hallan vigentes, incluidos aquellos que pudieran lucir desgastados con el paso del tiempo. La trillada visión del gángster como una especie de Robin Hood seguirá explicando la preferencia de miles de individuos por la vida criminal, en tanto continúe como un factor soslayado por los gobiernos y las sociedades que hoy viven bajo la dictadura del crimen, como nosotros.

Pero, sobre todo, El Padrino merece una lectura actual para desmarcarse de los comentarios más fáciles y para ser revisada, por fin, a partir de su conflicto principal, mismo que no podría tener más actualidad y relevancia: el tráfico de drogas.

Sólo son negocios

Aunque El Padrino ha recibido críticas favorables a lo largo de su existencia, éstas sólo han alcanzado para ubicarlo como best seller, es más, parece que su objetivo fuera ése. Por lo general, la crítica literaria la ha catalogado como la mera presentación de una organización criminal; incluso se le ha acusado de hacerlo con glamour. En fechas recientes, se le calificó como "una buena historia, mal contada". Se le han criticado los largos párrafos dedicados a personajes y situaciones "ajenos a la trama". Y también es conocida como uno de esos raros casos en que el libro es superado por la película.

Es pertinente decir que El Padrino no sólo fue una de las primeras obras en presentarnos el mundo del hampa desde dentro, sino con un estudio complejo de todo aquello que le atañe, a nivel interno, social, psicológico, político, ético. Nos muestra que una organización criminal no es ajena a la sociedad que la engendra, y que una vez que la gente desconfía del poder político y de su justicia, el mal suena más razonable, hasta más justo.

De hecho, la Familia Corleone sólo es el motivo para revisar el tejido de una sociedad erigida en términos policiacos donde el abuso de poder es la norma vigente, desde los altos mandos políticos, como los presidentes, dictadores y los representantes de la ONU, hasta los agentes de tránsito, los hermanos mayores y los hijos de madres...

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