Sian Ka'an: Un pedazo de cielo

AutorIvett Rangel

Enviada

SIAN KA'AN, Quintana Roo.- El paraíso sí existe, está en el sur de México, y, aunque todos están convidados, pocos son los que llegan.

La Reserva de la Biósfera de Sian Ka'an, aun con su exuberante selva, inmensos manglares, incontables cenotes y extensa barra coralina que la hacen bien merecedora de su nombre maya: "lugar donde nace el cielo" o "regalo del cielo", es una de las zonas menos conocidas del País.

A pesar de su vecindad con Cancún y Playa del Carmen, también en la Riviera Maya y la Costa Maya, Sian Ka'an sigue siendo un refugio casi inmaculado, especial para quienes buscan contacto con la naturaleza.

Hay cinco puertas a este cielo. Decidimos entrar por la que se localiza en Muyil, donde siempre ha vivido Alberto Cen Caamal, uno de los guías de Sian Ka'an Tours, una cooperativa maya que promueve el ecoturismo.

Esta reserva no puede conocerse en un solo día, más de 650 mil hectáreas obligan a planear bien el recorrido: pasear en lancha y hacer esnorquel cerca de Punta Allen, avistar aves, esperando al colibrí esmeralda, pescar con mosca en las llanuras de Bahía de Ascensión o caminar entre restos prehispánicos y navegar por la zona de manglares.

Esta última opción, asegura el guía, lleva hasta una de las partes menos conocidas de Sian Ka'an.

Antes de llegar a Laguna de Muyil, donde nos embarcaremos hacia los manglares, tenemos que recorrer la zona arqueológica del mismo nombre y el sendero interpretativo de Canan-Há, en el que hay un mirador, de 17 metros de altura, desde el que se puede apreciar la majestuosidad del entorno: Sian Ka'an nos deja a todos con la boca abierta.

Volar sobre el agua

El sol cae a plomo y, a bordo de la lancha, no hay donde esconderse. Afortunadamente, traemos una hielera con botellas de agua y latas de refresco, listas para calmar la sed.

El paisaje produce diversas emociones. Aquí, el conocido mar turquesa y el cielo azul sólo tienen cabida para el horizonte y para nada más.

Por su plétora belleza se ha procurado conservar este paraíso maya, lejos de hoteles enormes y restaurantes de sazón internacional.

Disparamos a babor y estribor por más de media hora intentando capturar el mejor rostro de este también Patrimonio Natural de la Humanidad, hasta que el capitán indica que pronto hay que descender.

Pero ¿dónde? Creemos que se refiere a dar un salto al agua cuando, a la vuelta del manglar, aparece un diminuto muelle de madera. La sorpresa es mayúscula. Ahí, en medio de la nada, hay un templo...

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