“Si no firmas, no puedes salir”: Historias de terror del uso de las cartas de renuncia

Fecha de publicación03 Marzo 2022
Ilustración EE: Nayelly Tenorio (Ilustración EE: Nayelly Tenorio)
Ilustración EE: Nayelly Tenorio (Ilustración EE: Nayelly Tenorio)
Gerardo Hernández

Por Gerardo Hernández

Especialistas afirman que el uso generalizado de las cartas de renuncia en las empresas en México es producto de un círculo vicioso; una mala respuesta a malas prácticas legales. Sin embargo, la realidad es que hoy se debería analizar a fondo su uso y regulación. Los testimonios recibidos, y que en parte se presentan a continuación, lo confirman.

“En Conciliación no te van a hacer caso, sabes que tenemos palanca y agradece que no te inventaron algo”; “le vamos a dar la liquidación, pero tiene que firmar la carta de renuncia”; “si no firmas, no te daremos la quincena”; “RH me pidió que firmara una carta de renuncia, pero no era mi voluntad”; “mi jefe quiere que firme la renuncia”; “a mí también me obligaron”; “mi jefe me dijo que si no firmaba, tardarían dos semanas para pagar mi finiquito”.

Las frases son sólo una parte de las decenas de testimonios que recibimos después de publicar que el Poder Judicial emitió nuevos criterios para el uso de cartas de renuncia. Estas personas trabajadoras tienen una historia en común a pesar de no conocerse: los obligaron a firmar sus renuncias bajo amenazas e intimidaciones que podrían ser parte de un guion de una película de terror. En esa misma temática de filme, les decimos que los siguientes relatos están basados en hechos reales.

Con el uso de las cartas de renuncia, en el mercado de trabajo en México el Halloween podría ser eterno. Para estas personas —sólo algunos de los muchos testimonios que recibimos— el tiempo que entregaron a sus empleadores no fue suficiente para no caer en esta práctica arraigada: firmar su salida voluntaria, aunque realmente les están dando las gracias por sus servicios.

Cecili González trabajó 12 años para los laboratorios Tornel. El día que la iban a despedir, un asistente de la dirección de Recursos Humanos fue a notificarle al centro de trabajo que “ya le tocaba”. Para su sorpresa, entre los documentos que le pedían que firmara para terminar la relación de trabajo se encontraba una carta de renuncia. “Le dije, aquí dice que yo renuncio y yo no estoy renunciando y a mí no me corresponden 40,000 pesos”.

Después de cuestionar la razón por la cual tenía que firmar un documento que no correspondía a la realidad, el hombre le contestó a Cecili que firmara, recibiera esa cantidad —aun sabiendo que le correspondían más de 90,000 pesos— y agradeciera que no le inventaron algo que pudiese perjudicarla más. “Sentí mucha decepción, porque salí a los 50 años y sabía que no iba a encontrar trabajo por la edad. Ahí volqué toda mi experiencia, mi tiempo, todo. Yo había dado mucho por la empresa”, relata.

La persona que se encargó de despedirla, no la dejaba retirarse. “No te vas a ir hasta que no firmes”, le dijo el funcionario de Recursos Humanos. Ante la intimidación y la amenaza de perder el caso en la Junta de Conciliación y Arbitraje por las “palancas” de la empresa, Cecili firmó su renuncia.

De acuerdo con especialistas en Derecho Laboral, esta práctica es común entre los procesos de terminación de las relaciones de trabajo, aun cuando se alcanza un acuerdo mutuo. Pedir a las personas que firmen una carta de renuncia fue una respuesta a las demandas que enfrentaban las compañías por nulidad de convenios o hasta casos en los que enfrentaban juicios de personas que no habían laborado en el centro de trabajo. Es decir, un mecanismo de protección.

En opinión de Lesly Corona Hinojosa, abogada laboralista, esta práctica evolucionó para convertirse en una estrategia legal con la cual se evita liquidar a las personas con lo que realmente les corresponde.

“En algún momento realmente eran para proteger a la empresa únicamente en caso que hubiera una controversia con algún trabajador conflictivo, pero no dudo que hubo quién empezó a hacer mal uso de ellas, aplicándola a todos los trabajadores por igual por la necesidad de deshacerse de trabajadores sin liquidarlos”, señaló la especialista.

Entre esas historias de terror en torno a las cartas de renuncia, también está la de Genero Zambrano, trabajó 24 años para el Instituto Tecnológico de Teléfonos de México, sólo le faltaban cinco años para pensionarse… pero la guillotina llegó antes. Tenía 55 años y estaba regresando de una incapacidad por un reemplazo total de cadera, cuando la empresa decidió rescindir de sus servicios.

Fue un 3 de diciembre, después de que el centro de trabajo quedó vacío, cuando la coordinadora administrativa buscó a Genero para decirle que sus jefes lo esperaban en la oficina. “Bueno...

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