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Shakespeare lo hace volver al teatro

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Vincent
AutorMariana Mijares

Desde la primera escena, La Tempestad es evidente con su propuesta narrativa: hay ocho hombres luchando contra la tormenta. Uno corre hacia el mástil, otros se sujetan de las cuerdas; en ese mismo cuadro hay tres mujeres colgando que, con sus sollozos, asemejan los sonidos del ventarrón.

"¡Es el fin! ¡A rezar, marinos, a rezar!", dice uno de los hombres mientras que en una gran pantalla se proyecta el oleaje antes de un evidente naufragio.

El montaje, una de las últimas obras escritas por William Shakespeare (en 1611), se estrenó el sábado en el Teatro Juan Ruiz de Alarcón, recinto que lució abarrotado. Los 446 espectadores que caben observaron con atención el desarrollo de la trama.

Dirigida por Salvador Garcini, La Tempestad retrata cómo Próspero (Ignacio López Tarso), antes Duque de Milán, vive ahora confinado en una isla junto con su hija Miranda (Lorena del Castillo).

Ahí, este padre hace uso de sus dones en las artes ocultas, ayudado en todo momento por un espíritu de nombre Ariel (Violeta Sarmiento).

"Padre, si con tu furia levantaste estas olas, calma por favor las aguas", suplica Miranda ante los lamentos de los tripulantes del barco del Rey de Nápoles (Felio Eliel).

"Que cese tu horror, dile a tu corazón delirante que no ha habido ningún mal. Yo he obrado por tu bien", contesta Próspero.

El padre cuenta entonces a su hija cómo hace 12 años era un hombre rico y poderoso, pero que por descuidar los asuntos del mundo y dedicarse a explorar las artes, fue traicionado por su hermano y luego desterrado por el Rey cuando ella era sólo una pequeña.

"¡Pero qué carga debí haber sido para ti", lamenta ella.

"No, tú me diste la fuerza que necesitaba para soportar lo que pasaba", responde él.

A medida de que los espectadores se adentran en lo que sucede en la isla, personajes como Calibán (Horacio García), un hombre deforme, esclavo de Próspero como esclavo, se topa en el camino con Trínculo...

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