Sergio Sarmiento / Muerte del poeta

AutorSergio Sarmiento

"La poesía no quiere adeptos, quiere amantes".

Federico García Lorca

Murió al amanecer, como el título de su poema, el 19 de agosto de 1936, hace 80 años. Federico García Lorca tenía 38 años de edad y se había descrito a sí mismo como "católico, comunista, anarquista, libertario, tradicionalista y monárquico".

Sin embargo, la Guardia Civil lo detuvo el 16 de agosto en Granada, al comenzar la Guerra Civil Española, por socialista y homosexual. Tres días después sería asesinado.

García Lorca es en cualquier lengua uno de los poetas y dramaturgos más importantes del siglo 20. Se le ubica en la Generación del 27, pero su obra es compleja y difícil de enmarcar. Fue influido por Góngora y los románticos, pero también por los cantores gitanos y los poetas de vanguardia de las décadas de 1920 y 1930.

Escribía a veces en un lenguaje popular de engañosa simplicidad, pero otras veces recurría a juegos deslumbrantes de palabras:

"Llevo el No que me diste / en la palma de la mano / como un limón de cera / casi blanco".

Su obra está teñida de esos romances gitanos que lo enamoraron de niño:

"Y que yo me la llevé al río / creyendo que era mozuela / pero tenía marido... / En las últimas esquinas / toqué sus pechos dormidos / y se me abrieron de pronto / como ramos de jacintos".

Ofreció en "Poeta en Nueva York" una visión que adelantaba a la ciudad que nunca duerme:

"No duerme nadie por el cielo. Nadie, nadie / No duerme nadie".

Y mostró cómo un poeta puede tejer un romance sonámbulo sobre un simple color: "Verde que te quiero verde. / Verde viento, verdes ramas. / El barco sobre la mar / y el caballo en la montaña".

Lorca conoció la tragedia de una muerte temprana, cruel, absurda, ejecutada por ignorantes que no conocían el talento que segaban. Recibió también, sin embargo, las bendiciones de morir joven. Sus fotografías muestran todavía a ese poeta bien parecido, intenso, inteligente y sensible que sedujo a lectores y a hombres y mujeres en cualquier lugar en que se plantaba, y que a él le encantaba ser.

Hoy una juez...

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