Sergio Sarmiento / Artista efímero

AutorSergio Sarmiento

"Mi obra es una larga meditación sobre la muerte".

José Luis Cuevas

A José Luis Cuevas le gustaba llamar la atención. Lo hizo desde los años 50 cuando muy joven dio a conocer su manifiesto "La Cortina de Nopal".

Con ánimo irónico, haciendo referencia a la "cortina de hierro", rechazó los dogmas nacionalistas de la llamada Escuela Mexicana de Pintura que habían convertido al muralismo mexicano en una mala imitación del realismo socialista.

El documento fue publicado por Fernando Benítez en México en la Cultura, suplemento cultural del periódico Novedades.

"Sería el comienzo de una serie de artículos en los que ataqué con virulencia el arte folklórico, superficial y ramplón que se hacía en México", escribió Cuevas en 1988. "En México y en el extranjero se me veía como un joven iracundo".

El renacimiento mural mexicano había pasado de revolucionario a conservador.

Rufino Tamayo y Carlos Mérida fueron los primeros en rebelarse, pero Cuevas formalizó lo que Teresa del Conde llamó "La Generación de la Ruptura" y que incluía a Juan Soriano, Vicente Rojo, Alberto Gironella, Gabriel Ramírez, Arnaldo Coen y Manuel Felguérez.

No era Cuevas realmente un pintor, aunque a menudo así se le ha presentado por desconocimiento de su obra. Era un magnífico dibujante, pero también realizó esculturas notables. Su obra maestra, sin embargo, fue su propia vida, que supo transformar en leyenda.

Cuevas era un hombre enamorado de sí mismo, un "narciso criollo" como lo llamó Enrique Krauze. Físicamente atractivo, seductor empedernido, era también un gran publicista interesado solamente en promoverse a sí mismo.

Su "mural efímero", develado ante una multitud el 8 de junio de 1967, hace medio siglo, en las calles de Génova y Londres de esa Zona Rosa que él decía haber bautizado, pretendía ofrecer un contraste con la afirmación de Siqueiros de que su obra resistiría el paso del tiempo, pero funcionó principalmente como golpe publicitario.

Cuando Cuevas hablaba de sí mismo, sin embargo, lo hacía con ironía: parecía jugar con el público, antes que creerse los halagos en boca propia.

Cuevas simbolizó la transformación del México rural, embebido todavía en la mitología de la Revolución, en un país urbano...

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