Sergio Elías Gutiérrez / Constitución y partidos

AutorSergio Elías Gutiérrez

Un día como hoy hace 96 años, los mexicanos se levantaron con la nueva que ya teníamos una nueva Constitución política. Después de dos meses de debates entre personajes que habían apoyado la Revolución triunfante y con la exclusión expresa de aquellos que hubieren luchado en contra, dieron al País una nueva Carta Política.

De esa fecha hasta mediados del siglo pasado, las loas y alabanzas acompañaron al texto fundamental. Sin embargo, la Constitución tardó más de una década para empezar a encauzar al País a sus postulados.

Con al asesinato de Álvaro Obregón en 1928, después de su reelección, que contrariaba el llamado de la Revolución maderista, aquel de "sufragio efectivo, no reelección", se inicia lo que el caudillo Plutarco Elías Calles anunciaba como el fin del caudillismo y el inicio de la vida institucional. Para eso fundó el Partido Nacional Revolucionario, abuelo del PRI, para encauzar por esa vía al País, marcado por la violencia.

Un intento fallido. Lo más que logró fue que no se repitiera el intento reeleccionista de Obregón, pero instauró una especie de monarquía sexenal, en la que los poderes del Presidente -los constitucionales y los metaconstitucionales (Jorge Carpizo dixit)- se ejercían por encima de las normas constitucionales.

El sistema político empezó a hacer agua en 1968. Ese año, la revuelta estudiantil-popular y la matanza ordenada por Gustavo Díaz Ordaz anunciaban el próximo fin del milagro mexicano, como se conoció la etapa entre 1940 y 1970, donde la economía creció a una tasa anual de más del 6 por ciento.

Paradójicamente, ese sexenio aciago celebraba dos eventos relevantes: en 1968 las Olimpiadas y en 1970 el Mundial del Futbol, ambos conseguidos en tiempos del desarrollo estabilizador.

México se convirtió en aparador para el mundo, pero también se dejaron ver las deficiencias del sistema político, el autoritarismo, la corrupción y la pobreza en amplias regiones del País.

La vitrina empezó a ser apedreada desde dentro y desde fuera por académicos extranjeros y nacionales que corrían el velo puesto por el Gobierno y mostraron la otra realidad: ni era tan milagro y la riqueza generada sólo alcanzaba para unos cuantos.

La respuesta del régimen, primero con Luis Echeverría (1970-1976) fue la llamada apertura democrática, que se significó en lo básico por incorporar a opositores al régimen al Gobierno y por muchos discursos sobre la democracia.

Muchos observaron que esa apertura era insuficiente, faltaba acabar con el...

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