Sergio Aguayo Quezada / Marcado rápido

AutorSergio Aguayo Quezada

Las matemáticas no engañan y el caso de Telcel confirma que tecnología más monopolio más Estado cómplice es igual a abusos a consumidores indefensos, ineficacia y estancamiento.

El celular ha transformado la existencia y alrededor de la mitad de los mexicanos ya cuenta con uno. Es un instrumento capaz de acentuar la neurosis pero también puede utilizarse para desencadenar el crecimiento económico y salir de la pobreza. Por ejemplo, en algunos países los campesinos lo usan para hablar con el vendedor final, sin intermediarios y venden sus productos a un mejor precio (Tatum Anderson, "Mobile Phone Lifeline for World's Poor", BBC News). Algunos obsesos con el tiempo aprovechan esos aparatos para marcar con rapidez alguno de los centenares de números acumulados en las memorias de algunos aparatos. La búsqueda de ese marcado rápido me expuso a la burocracia de Telcel.

Debía renovar contrato y decidí continuar con Telcel por el alcance de su red y por los problemas asociados con romper una relación que sólo puede finiquitarse en el aniversario exacto de su inicio. Caí en la tentación del brinco tecnológico y ambicioné uno de esos aparatos que complementan el celular con directorio, agenda, calculadora y cámara de video. Después de varias horas empleadas en perseguir asesores de Telcel con escasos conocimientos técnicos y de consultar una página con información imprecisa seleccioné el aparato. Para recibir el celular tenía que presentarme en persona en un Centro de Atención, laberinto en el que puede interrumpirse el tiempo. Pese a la recepcionista amargada (seguro que por eso las contratan) sólo tardé una hora para firmar y recibir el aparato. Sin embargo, cometí un error de principiante: no verifiqué si tenía marcado rápido.

Quien me auxilia en el manejo del equipo me habló desolada con la pésima noticia de que la memoria del celular sólo aceptaba nueve números. Inquieto, le pedí que hablara con el agente para averiguar cuál aparato era el indicado... y empezó la pesadilla. En el Centro de Atención respondía una contestadora y el agente nunca levantó su auricular. En el Servicio a Clientes (telefónico) aclararon que ellos desconocían cuál aparato era el adecuado y que mejor fuera personalmente al Centro de Atención. Lo hizo y recibió información imprecisa sobre los aparatos; la verificó por su cuenta y procedimos a hacer un intercambio que se haría -prometieron- con una simple carta poder. La agente que atendió cambió las reglas: el titular...

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