Sergio Aguayo / A proponer

AutorSergio Aguayo

México está dividido entre los satisfechos y los inconformes. En el caso de estos últimos es urgente que pasen del enojo voluntarioso a la organización con propósitos claros.

Las cúpulas empresariales también se dividen en el diagnóstico. El 20 de marzo, Luis Robles Miaja, presidente de la Asociación de Bancos de México, elogió primero el trabajo de la banca y la gestión del Presidente, que por cierto se encontraba presente.

Inesperadamente sacó la lista de preocupaciones: "violencia del crimen organizado"; "falta de vigencia plena del Estado de derecho"; "corrupción e impunidad"; "pobreza", etc. Sólo le faltó mencionar las casas incómodas y el irritante dispendio de la familia presidencial en modistos de postín.

Siete días después salió la otra versión. Inspirándose en el Manual del buen cortesano (si existiera el libro, sería un bestseller en este México de la restauración), el presidente de la Canacintra, Rodrigo Alpízar, llamó a Enrique Peña Nieto -también presente- "gran reformador", "sinónimo de certidumbre, conducción y rumbo" y "espíritu incluyente".

Haciendo a un lado la tolerancia elogiada, se lanzó, adjetivo en ristre, contra los "agoreros de la desgracia" que "buscan incendiar a la sociedad" con marchas, computadoras y campañas de desinformación.

El encono es socialmente nocivo. ¿Qué hacer? Quienes crean en los spots del Instituto Nacional Electoral y de los partidos pueden estar tranquilos: pobreza, violencia y corrupción se evaporarán cuando vayamos a las urnas.

¡Ojalá y fuera así de simple! Salvo posibles sorpresas (sólo a Morena le doy el beneficio de la duda), votar no desencadenará reformas que beneficien a las mayorías. El Estado y los partidos son armatostes debilitados que flotan a la deriva.

La esperanza está en la sociedad consciente que recibió un jalón de orejas de Javier Hernández Valencia, representante de la Oficina del Alto Comisionado de las Naciones Unidas en México: los inconformes, dijo, "no deben quedarse solamente en un like en redes sociales o en una firma electrónica". Pidió encontrar formas para exigir respeto a las autoridades.

Tiene razón, pero su receta es difícil de aplicar porque las élites resguardan con fiereza el sistema que tanto las ha beneficiado y porque hay un enorme déficit de organizaciones intermedias que sirvan de puente entre sociedad y autoridad. Hay muchísima más conciencia que capital social positivo.

Eso provoca que un buen número de los inconformes utilicen las redes sociales para...

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