Sergio Aguayo / Muro de Honor

AutorSergio Aguayo

Esclarecer el caso Ayotzinapa conducirá al espinoso tema de la verdad y la rendición de cuentas en las relaciones entre Ejército y Presidente. El 68 da lecciones.

La manera como Gustavo Díaz Ordaz aplastó a los estudiantes en Tlatelolco agravió a los jóvenes y a las Fuerzas Armadas. Por la afrenta, éstas últimas redefinieron su relación con gobernantes y sociedad. Me explico, a partir de una conferencia de prensa convocada con urgencia por el entonces Secretario de la Defensa. El General Marcelino García Barragán recibió a los periodistas en su despacho, a las 10 de la noche del 2 de octubre.

Desde la Presidencia mandaban línea: los responsables de lo sucedido en Tlatelolco eran los estudiantes porque habían empezado a disparar. El General dio una versión diferente: la balacera empezó -dijo- con un "tiroteo entre dos grupos de estudiantes"; cuando la policía se vio rebasada, llamó al Ejército, que "fue recibido por francotiradores". Para él los causantes de la matanza fueron los "francotiradores" que nunca identificó, aunque tampoco responsabilizó a estudiantes o extranjeros. No lo hizo porque él ya sabía que los asesinos habían sido oficiales del Estado Mayor Presidencial enviados por el Presidente. Su comandante en jefe les había tendido una trampa que tardaron décadas en denunciar (el nieto de García Barragán, en 1999, entregó un detallado informe a Julio Scherer, quien lo hizo público).

La versión que terminaría imponiéndose fue la difundida por algunos medios internacionales y nacionales. The New York Times empezaba su nota de primera plana asegurando que fueron las "tropas federales [las que] dispararon con rifles y ametralladoras contra una manifestación estudiantil" pacífica; Le Monde explicó a sus lectores que el "ejército y la policía abrieron fuego sin advertencia" para luego calificar el hecho como "una masacre". La revista mexicana ¿Por qué? también acusó al Ejército, tesis que seguirían alimentando Excélsior, El Diario de Yucatán y Octavio Paz, entre otros.

Al Ejército le agravió ser acusado de "asesino" de estudiantes indefensos. Hasta que se conocieron los informes de García Barragán tres décadas después, se atrincheraron en el silencio mientras redefinían su relación con los civiles. Un cambio fundamental fue poner obstáculos cuando los gobernantes les pedían que reprimieran manifestaciones pacíficas. Por ejemplo, pedían las órdenes por escrito.

La verdad ha permitido establecer que las principales...

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