Sergio Aguayo / Esperar o hacer

AutorSergio Aguayo

El lánguido abandono de estos días es interrumpido, en momentos, por los escalofríos que provoca el año 2012. Para ahuyentar las angustias puede uno conformarse con "esperar" o bien dedicarse a "hacer".

Un primer significado de "esperar" es abrigar la esperanza, en este caso de que a Los Pinos llegue un ser imbuido de tantas virtudes que ante su presencia palidezcan las vidas ejemplares de los más de 10 mil beatos y santos incluidos en el santoral católico. Es bastante común y cómodo transferirle a otro la responsabilidad de satisfacer nuestras necesidades y cumplir nuestros deseos.

El verbo es también sinónimo de desear y uno puede "esperar" que las elecciones del próximo año sean recordadas por la civilidad con la cual se contrastaron programas alternativos, por la participación copiosa de una ciudadanía motivada y por la ausencia de conflictos postelectorales.

"Esperar" es igualmente utilizado para aventurar pronósticos sobre el futuro. Paul Krugman se hizo célebre desde que anticipó la crisis financiera que ahora nos maltrata. Toda proporción guardada puede uno augurar que los próximos comicios serán modélicos en la ferocidad de las descalificaciones y que se tensará el ambiente y habrá las condiciones para choques de todo tipo entre dos locomotoras sociales (el PRD-Morena contra las falanges priistas aliadas con el magisterio gordillista) y varios aparatos gubernamentales.

Prefiero el verbo "hacer" por sus posibilidades (tiene 50 por ciento más significados que "esperar"). No desdeño la relevancia de la y los candidatos -no todos los políticos son iguales- pero pongo el acento en la profundidad de las crisis en que vivimos. Y ante la irrelevancia de partidos convertidos en vasallos de los intereses creados, la acción ciudadana organizada es la mejor esperanza para reconstruir una democracia que simplemente no funciona. Si en lo electoral 2012 servirá para elegir Presidente, legisladores y muchos cargos más, en lo estructural podría ser un punto de inflexión en la urgente redefinición de la relación entre gobernantes y sociedad.

En este último terreno hay motivos para un moderado optimismo. Pocas veces en nuestra historia los ciudadanos sin partido hemos tenido tantas posibilidades de participar e influir en la vida pública. El alcance que tenga el impulso social dependerá de que la sociedad organizada tome conciencia de su fuerza y logre reducir la fragmentación y el letargo. Menciono tres variables propicias para la movilización...

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