Sergio Aguayo / El errático

AutorSergio Aguayo

En la pausa navideña de 2012 Enrique Peña Nieto anunció que movería a México; durante el parón de 2013 presumió lo alcanzado; y en esta ocasión deambula, desorientado, por el edén de sus errores y contradicciones.

Mandatarios angloparlantes inventaron la costumbre de mandar mensajes navideños. El estadounidense Calvin Coolidge empezó en 1923 y el inglés Jorge V lo secundó. Usualmente hablan de paz y concordia y reparten buenos deseos y hacen alguna reflexión optimista sobre las borrascas circunstanciales.

Cuando Estados Unidos entró en la Segunda Guerra (diciembre de 1941), Franklin D. Roosevelt llamó a celebrar las navidades y a "armar los corazones" para el "trabajo, el sufrimiento y la victoria final". Cuando México entero padecía el "error de diciembre" cometido por unos cuantos, Ernesto Zedillo lanzó un mensaje nacional el 29 de diciembre. Dio su versión sobre la crisis financiera que azotaba al país, sobre la manera como pensaba enfrentarla y llamó a la unidad. Hizo caso omiso del espíritu navideño y lanzó un dardo envenenado a Carlos Salinas: "Es preciso reconocer que hubo una subestimación del problema, y esa subestimación fue sumamente grave".

Los tres diciembres de Enrique Peña Nieto son una radiografía del personaje. En 2012 irradiaba energía, optimismo y lanzaba promesas que resumía en tres palabras pegajosas y ambiguas: "mover a México" (su calado es parecido al "arriba y adelante" de Luis Echeverría). Estaba contento porque traía en el bolsillo al Pacto por México, porque tenía controlados al PAN y al PRD y porque estaban dadas las condiciones para lanzarse a la doma de los poderes fácticos. En otras palabras, empezando su mandato parecía alcanzable su sueño de reverdecer los años de gloria del presidencialismo para, con esa base, crear un Estado eficaz.

Las navidades de 2013 fueron todavía mejores. Peña Nieto informó que había sido "un año decisivo en la vida nacional" porque estaba comenzando "una nueva etapa de desarrollo y plenitud para nuestra gran Nación". La aprobación del paquete de reformas se debía al "trabajo en equipo" (que él por supuesto coordinaba) y por la "valiosa pluralidad" que controlaba.

En el parón navideño de este año desapareció el espíritu previo. Tlatlaya y Ayotzinapa, la Casa Blanca, Malinalco y los nubarrones económicos acabaron con los tiempos de dicha y prosperidad. Se quedó solo, muy solo, de cara al México bronco e insatisfecho y frente a una comunidad internacional exigente. En...

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