Sergio Aguayo / Derecho a la paz

AutorSergio Aguayo

La paz se conquista y una forma de hacerlo es identificando y combatiendo las raíces de la violencia.

La violencia es parte integral de la condición humana y el grado en el cual se contiene y encauza es barómetro de los niveles de civilidad de una persona o un país. Uno de los motivos por los que salió de cauce en México es porque abundan las armas de alto poder desde que en 2004 terminara en Estados Unidos la prohibición de vender rifles de asalto (en la actualidad pueden adquirirse por internet los llamados "Cuernos de chivo" y la Barret 50). La embajada de Estados Unidos reconoció en un cable del 25 de marzo de 2009 que "aproximadamente 90 por ciento de todas las armas incautadas e investigadas son de los Estados Unidos" (el porcentaje exacto es parte de un debate inacabado porque también entra armamento a México por la frontera sur).

Todos en México sabemos que las armas vienen de Estados Unidos. Si esto se sabe, ¿por qué no ha tomado medidas el gobierno federal mexicano? Felipe Calderón se distinguió por el vigor retórico de la denuncia pero su flamígero verbo no se tradujo en acciones concretas. Fueron frases cinceladas sobre estelas de jabón. El gobierno de Enrique Peña Nieto ni a eso llega; se atrinchera en un silencio evasivo que según ellos es "oficio" político.

Barack Obama tampoco ha podido (ni querido) frenar el contrabando hacia México o la venta irrestricta de armas en su país pese a que en Estados Unidos mueren cada año 30 mil personas por armas de fuego. Es prisionero de la Asociación Nacional del Rifle. Para que el lector de estas líneas calibre su impotencia, en 2013 la Casa Blanca se quejaba de que el Centro para el Control y la Prevención de las Enfermedades (CDC) "y otras agencias científicas tienen prohibido por el congreso utilizar fondos públicos para 'promover algún tipo de control de armas'". Diversas fuentes confirman que, en realidad, los conservadores frenan cualquier investigación sobre las "causas de la violencia causada por las armas". En un país obsesionado con las estadísticas, el gobierno es incapaz de establecer con precisión la génesis y sintomatología de la epidemia de violencia. Es la victoria de la sinrazón.

Llevamos ocho años de sangre y sufrimiento y es obvio que los gobiernos de Obama y Peña Nieto seguirán haciéndose los desentendidos. Su indiferencia cambiará cuando las sociedades de los dos países los presionen, lo cual requiere como primer paso meter el tema en la agenda. Una parte de Estados...

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