Sergio Aguayo / ¿Corruptos?

AutorSergio Aguayo

A la memoria de Luis González de Alba.

Enrique Peña Nieto vuelve a insistir en su tesis de que la corrupción somos todos. Es una visión de México incorrecta e imprecisa.

El 28 de septiembre Peña Nieto decidió "dejar de lado" su discurso preparado y nos compartió su idea sobre la transparencia y la corrupción. Acertó al señalar que "necesitamos combatir la corrupción". Se equivocó cuando reiteró su tesis de que la corrupción es inevitable por ser parte de nuestra cultura. "No hay alguien que pueda atreverse a arrojar la primera piedra -dijo-. Todos han sido parte de un modelo que hoy estamos desterrando y queriendo cambiar". El Presidente confunde la moral privada con la ética pública.

Dicen los Evangelios que Jesucristo defendió a la adúltera a punto de ser lapidada recordándole a la turba que todos somos pecadores. En la actualidad, la conducta sexual se queda en el ámbito privado (salvo en algunas localidades y países). Y la corrupción sólo la defiende una minoría. Según la Encuesta Nacional de Corrupción y Cultura de la Legalidad (UNAM, 2015) entre 12 y 15% están "totalmente de acuerdo" con "dar mordidas" a un funcionario, y aprueban el uso de dos frases que trivializan el saqueo: quien "no transa no avanza" y quien "agandalla no batalla". Entre 44 y 47% estamos en desacuerdo total (los porcentajes varían dependiendo de la pregunta).

Nuestros problemas empiezan cuando tenemos que relacionarnos con aquellas personas o grupos del sector público y privado que viven de la transa y el agandalle. Así como hay funcionarios e instituciones que manejan con pulcritud sus recursos, también existe un entramado diseñado para extorsionar y saquear. Una de las etapas en la vereda de las malas mañas es el uso de los bienes públicos para fines privados.

Hace ya muchos años trabajé por unos meses en el sector público federal. Mi familia estaba en el extranjero y como estaba en lista de espera para tener un teléfono en casa les hablaba desde la oficina. Cuando quise pagar mis llamadas provoqué el desconcierto en la Oficialía Mayor: "Nos vas a crear problemas. Tú habla lo que quieras que la Secretaría paga". A los pocos meses me incorporé a El Colegio de México, una institución pública con reglas diferentes.

Poco tiempo después me buscó un ex compañero de estudios que había transitado de radical rabioso a funcionario mañoso. Eran tantas sus ganas de lucir su importancia que me ofreció un trabajo de asesor ("muy pocas horas") a cambio de...

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