Sergio Aguayo / Del 68 a 2018

AutorSergio Aguayo

En caso de ser elegido Andrés Manuel López Obrador, la agenda transformadora que ofrece tendrá más posibilidades de éxito si se articula sobre acuerdos con la sociedad organizada, protagonista de la transición.

En el 68, los partidos se hicieron a un lado y los jóvenes y sus profesores se organizaron en un movimiento que exigió al Presidente Gustavo Díaz Ordaz y a su Gobierno el fin de la violencia estatal y el inicio de la transparencia y la rendición de cuentas. Respondieron con difamación y engaños, con macanazos y balazos, con exilio o cárcel. Pese a ello, la generación del 68 perseveró y fue forzando transformaciones culturales y políticas.

En 1977, la Presidencia reaccionó a la efervescencia social con una reforma electoral que levantó el veto a la izquierda partidista que, en 2018, está a punto de llegar a la Presidencia. En esa larga marcha, los partidos fueron pilar del Frente Democrático Nacional que, encabezado por Cuauhtémoc Cárdenas, cimbró al PRI en 1988. La otra columna fue una movilización social sin precedentes. A diferencia del 68, partidos y sociedad confluyeron en la creencia de que la palanca del cambio estaba en la alternancia, que requería de elecciones limpias y confiables.

En 88 Carlos Salinas se impuso con un fraude electoral. Salinas remontó el descrédito con una serie de reformas económicas neoliberales, pero hizo mínimas concesiones en el terreno democrático. Pese a ello, sociedad y partidos opositores mantuvieron la presión y tuvieron éxitos a partir de 1994, el año en que llegaron las facturas por los errores y daños acumulados.

En enero se rebelaron los zapatistas, en marzo asesinaron a Luis Donaldo Colosio y a partir de abril se movilizaron decenas de miles en Alianza Cívica y con el "error" de diciembre se desfondaron las finanzas públicas. Ganó Ernesto Zedillo, que aceptó la reforma electoral de 1996, preámbulo de la derrota del PRI en el 2000.

En 2000-2001 vivimos el sueño de la alternancia. La sociedad organizada creyó en las promesas de un líder carismático, confió en que con el PRI fuera de Los Pinos concluiría exitosamente la transición. La alternancia se vivió como un elíxir milagroso. ¡Cuánta ingenuidad! Vicente Fox dejó de ser el intrépido reformista para convertirse en el Platero de la transición: se hizo tan "blando... que se diría todo de algodón, que no lleva huesos". Fueron años de capitulaciones y claudicaciones. El momento más ruin fue su protagonismo en...

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