Sepultados

Si alguien se preguntara qué hay peor después de la cárcel, hay quien podría responder que el infierno en vida. Y ese infierno se vive en la cárcel dentro de una cárcel.

Actualmente, por lo menos tres de los centros de readaptación de la Ciudad cuentan con zonas de segregación infrahumanas, donde los internos son apandados sin ningún derecho, a menos que lo puedan comprar.

En una atmósfera viciada, sin agua limpia ni sanitarios; sin comida suficiente, durmiendo en el suelo porque no hay camas y alejados de sus familiares, muchos internos pueden pasar hasta seis meses en un clima de animalización donde la violencia es reina.

No todos son apandados por violentos o peligrosos. Hay, según la vox populi penitenciaria, quienes son segregados por su capacidad económica, para poder extorsionarlos.

Las áreas de segregación están asociadas a los Módulos de Máxima Seguridad, los cuales por regla están divididos en zonas, donde puede haber sin mezclarse reos privilegiados, semicastigados y castigados. Cerca de ellos existen las zonas de segregación.

Estas condiciones de castigo se reproducen por lo menos en los reclusorios Preventivo Varonil Norte, Preventivo Varonil Oriente y en el Femenil de Tepepan.

Seis Retenes Después

Es jueves 16 de Noviembre. 16:00 horas.

Un golpe seco. Silencio. Pasos apresurados y otra vez silencio; la sangre que corrió por el pasillo, fue limpiada de inmediato.

Edgar, un reo a quien habían atravesado una punta metálica en el cuello, había realizado un vuelo inesperado aventado desde un primer piso, en el Area de Máxima Seguridad del Reclusorio Preventivo Varonil Norte.

Ahí, en plena visita familiar, se desata una lucha por el control del comercio de drogas, una estampa cotidiana que se calca en penales de la ciudad.

Es sí, la cárcel dentro de la cárcel. Un Módulo de Máxima Seguridad, donde sólo las primeras 10 personas que se encuentren anotadas en el cárdex del interno podrán pasar a verle.

Lo lograrán no sin antes haber hecho prolongada fila para recoger el pase de visita -un papel que indica hacia qué área del penal se dirige la persona-, después de la revisión corporal, la de la comida, la otra revisión en el túnel, donde a cambio del pase te entregan un gafete con un cordón y la de colocación de sellos de tinta invisible en la muñeca.

Pero no has llegado. Para ir al Módulo de Máxima Seguridad hay que pasar frente a la dirección del penal. A la entrada de ese dormitorio habrá que registrarse de nuevo y un custodio abrirá las dos primeras puertas; al descender los 16 escalones, espera un largo pasillo.

Como caminando a ciegas, el que visita por primera vez el Módulo no puede dejar de sentir temor; una curva y luego otra, el pasillo parece muy largo. 75 pasos después estarás frente al segundo retén; un custodio abrirá la puerta y nuevamente habrá que registrarse.

Casi en automático, la mirada se vuelve a su costado izquierdo. Ahí está El Panal, del otro lado...

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