Semana Santa, ¿días de guardar?

AutorRebeca Pérez Vega

Los días santos son de recogimiento y reflexión, o al menos así era en el pasado.

Según marca la tradición católica, la Semana Santa y de Pascua ha sido un tiempo para la introspección, para el silencio y para hacer penitencia en torno a la muerte y resurrección de Jesucristo, pero las costumbres que indicaban que esas fechas en el calendario eran "días de guardar," se han desdibujado poco a poco en los hogares mexicanos, primero por las constantes prohibiciones del gobierno y después porque las tradiciones no se heredaron hacia las generaciones más jóvenes, consideran entrevistados.

No bañarse, no escuchar música, hacer ayuno y preparar comida de cuaresma eran algunas de las tradiciones más comunes desde el siglo 16 y hasta el 19. Había estrictas reglas para adentrarse en esta conmemoración religiosa, pero ahora es más bien un pretexto para irse de vacaciones, refugiarse del calor y tomarse unos días de asueto.

De acuerdo con el calendario litúrgico, el periodo de cuaresma empieza con el martes de carnaval, una conmemoración con tintes festivos y de excesos que antecede a la completa abstinencia que llega a partir del Miércoles de Ceniza y hasta el Jueves Santo.

Estas fechas tienen una especial interpretación en estos territorios. Aunque la Iglesia católica tiene su agenda ya pautada e inamovible sobre la Pasión de Jesucristo desde el siglo 15, en América ha tenido lecturas simbólicas desde la Conquista.

Con la llegada de los españoles a México y en el proceso de evangelización de los pueblos originarios se crearon ritos y ceremonias dramatizadas para que los amerindios entendieran y se apropiaran de estas tradiciones cristianas, relata el sacerdote e historiador, Tomás de Híjar.

"El calendario litúrgico, el de la Iglesia, no cambia y está vivo desde el siglo 15, pero en ese contexto y con la evangelización del nuevo mundo el valor que se le dio al indocristianismo que es la visión sagrada desde los pueblos mesoamericanos a partir de 1521, se fue bordando desde una trinchera muy específica: la dramatización, que resultó ser el vehículo más oportuno para que los pueblos se unificaran en esta visión sagrada amerindia", abunda De Híjar.

El historiador resalta que estas dramatizaciones se pueden agrupar en varias categorías: las de los pasos procesionales, que tiene que ver con apoderarse de las calles a través de distintas escenificaciones para relatar los sucesos que describen los evangelios hasta la parafernalia que surgió en torno a esta...

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