La otra selección

AutorDaniel Millán

Llegaron temprano, respondiendo a la convocatoria, y uno a uno tomaron sus respectivos lugares diciéndose estar listos para el decisivo cotejo. Pero el árbitro sonó su silbato y el seleccionador no estaba aún presente.

Se dicen del mismo equipo, pero no todos llevaban la misma camiseta. En realidad, sólo dos elementos del equipo portaban la reglamentaria playera verde.

El equipo vio iniciar el encuentro, ya se ha dicho, sin su guía. Y no fue hasta el minuto 7 del primer tiempo cuando vestido con un un traje deportivo -color azul como el que portaba el enemigo italiano-, calzando unos inusitados tenis blancos, apareció en el salón Blanco de Los Pinos el Presidente de la República.

Los miembros del equipo, los funcionarios integrantes del gabinete -o "gabinetazo" utilizando la propia terminología foxista- se pusieron de pie para saludar a aquél que los seleccionó en diciembre del 2000, para un conjunto en el que prácticamente no ha habido cambios.

En una pantalla gigante que reproducía la señal de Televisa, el pleno del Gobierno miró el encuentro. Desayunó leche, jugo, frutas y tamales.

Ciertamente, el equipo no se congregó sin bajas. El aguerrido Procurador Rafael Macedo permaneció en una plaza foránea, en la fronteriza Tijuana. Santiago Creel, considerado por algunos como el capitán, tampoco llegó al encuentro. Francisco Gil, el de los dineros, se tuvo que disculpar con el Presidente.

El gol lo platicamos todos

Un gol se grita en todos lados igual, alargando la vocal, alzando las manos, y siempre termina por dar confianza por más pírrica que sea. Incluso a un Pedro Cerisola con los ojos vidriosos, incluso a Jorge Castañeda impávido, o a un Francisco Barrio mordiéndose las uñas.

Logra animar hasta a aquellos para quienes no es el futbol, sino el beisbol, el deporte de sus amores, como a Alfonso Durazo, el secretario del Presidente. Es un bálsamo para la Primera Dama.

Reconforta también a un Presidente, que antes, al ver un tanto de los azurri caer en las redes propias -y sin saber aún que éste se ha producido en fuera de lugar y por lo tanto simplemente no cuenta- ha pelado los ojos y estirado los labios cerrados arquéandolos hacia abajo, como quiere desanudar una bola en la garganta.

Pero el gol de un mexicano con apellido italiano trae la alegría. Y a los pocos minutos, también las playeras verdes, cortesía de Nelson Vargas, el encargado gubernamental del deporte.

Ya no serán sólo la expresiva Xóchitl Gálvez, que manotea y a lo Javier...

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