Seduce 'Arila' a visitantes

AutorNadia Sanders

Arila recibió a su público de buen humor durante su casi dos semanas en el exhibidor de gorilas en el Zoológico de Chapultepec.

Después de días de expectativa desde su llegada del zoológico de Zacango, posó para las cámaras de video y fotografía en su mejor perfil, a tres cuartos y con los dedos enrollados debajo de su barbilla.

De repente se levantaba y andaba de un lado a otro del cristal de cuatro metros de ancho, se volvía a sentar y miraba fijamente a los niños que le gritaban "¡Hola Arila!".

Los brillantes ojos negros de Arila estudiaban los rostros de los pequeños, señoras con carreola, hombres con cámaras y periodistas, inevitables cuando un romance es nota.

Salió a exhibición antes de lo que habían previsto, comentó Rafael Tinajero, director del Zoológico de Chapultepec, pues creyeron que mostraría más renuencia a salir de sus aposentos, pero se ha adaptado muy rápido.

"Le gusta la gente, le gustan las cámaras y le gusta recibir a su público", externó Tinajero.

Cuando se llega a acercar a su vitrina algún niño que se escabulle de los guardias de seguridad, ella no duda en acercarse, verlos y poner sus lustrados dedos negros en la vitrina en busca de un contacto.

Quién iba a pensar que esta gorila, que hace 24 años vio por primera vez el sol en el continente africano, estaría ahora en la Ciudad de México en el preludio de un romance con un atractivo gorila de lomo plateado de 14 años.

La residencia oficial de Arila es el Zoológico de Zacango, Estado de México, pero tendrá dos años para robarle el corazón a Bantú, porque a los niños que visitan Chapultepec ya se los arrebató.

Para Leo, de seis años, Arila es una gorila muy bonita, con grandes manos, y Bantú no tardará en caer por ella.

Lo que más le gusta de la gorila es cómo coloca su mano para sostener su rostro y se recarga junto a la vitrina del exhibidor para observar a los humanos. Seguramente eso también intriga a Bantú.

Para Arila, también es entretenido ver a la gente que visita el Zoológico de Chapultepec, por eso sale y entra de la vitrina denominada casa de día y alza de vez en cuando un brazo para las cámaras afortunadas.

Mientras, Bantú anda al aire libre, escondiéndose tras de unas palmeras e indispuesto para ser fotografiado por la prensa y los curiosos, ahora que su fama repuntó con la llegada de su primer amor.

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