Secretos de Dirección/ El mito del emprendedor

AutorJulio César Jacob

Cuando muchos especialistas del "microemprendimiento" nos hablan convencidos de que la visión, la energía y el sacrificio en pos de un sueño eran garantía para establecerse en forma independiente; por otro lado sabemos que el impulso del emprendedor sólo puede conducir el negocio a un lugar: un estrepitoso fracaso.

Para hacer funcionar una pequeña empresa, esa primera iniciativa debe acompañarse de un programa sistemático de desarrollo, que contemple objetivos estratégicos, organizacionales y de marketing. En resumen, conducir una pequeña empresa como si se tratara de una grande. Para ser prudentes, debemos partir de un supuesto no desmentido en casi ninguna parte del mundo: los pequeños negocios tienden una altísima tasa de mortalidad. En los Estados Unidos, casi un millón de personas inicia sus propias empresas cada año. Al fin de los primeros 12 meses, por lo menos el 40 por ciento de esos negocios habrá desaparecido; al cabo de 5 años, más del 80 por ciento habrá dejado de existir.

Esto se debe a la presencia difundida de lo que podemos llamar "el mito E" (de emprendedor), por el cual se cree que el éxito de una pequeña empresa depende del empuje y sacrificio de personas emprendedoras. Muy por el contrario, este impulso se agota en cuanto el visionario empieza a enfrentar tareas mucho menos heróicas, como mantener limpias las instalaciones, manejar la caja o discutir con los proveedores.

Tres Personalidades

La clave, es la organización. No sólo la que podemos llamar proceso de desarrollo de negocio, sino una disposición interna, casi metafísica, que logre equilibrar tres personalidades que conviven en quien inicia su empresa: el emprendedor -el estratego, el creador-, el directivo -que planifica, ordena, predice- y el técnico -que hace el trabajo-. Y aunque en el primer momento el impulso emprendedor sea el dominante, rápidamente el empresario debutante se convertirá en técnico: acumulará tareas y no sabrá delegarlas.

Es que dominar el trabajo que sustenta un negocio no es poder manejar una empresa.

Para que un pequeño negocio funcione, entonces, hace falta un planeamiento sistémico y racional, que sin embargo, no debe dejar de lado la visión y el sueño, como primer paso para una empresa exitosa. Este primer impulso se llama vocación inicial: antes de poner en marcha un negocio, deberá usted preguntarse: ¿Cómo quiero que evolucione mi vida? ¿Cómo quiero que sea mi vida cotidiana?

De lograr contestar estas cuestiones, es casi indudable...

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