Secretos de Alemania / Amor al pasado

AutorGuadalupe Loaeza

Como inicio del Año Dual México-Alemania, los mayas viajaron a Europa. Así es, en el museo Martin-Gropius-Bau de Berlín, se inauguró una exposición única, Los mayas. El lenguaje de la belleza, curada por Karina Romero.

Son 300 piezas elaboradas en su mayoría entre los siglos VII y X. Por diferentes medios, nos enteramos de que la exposición muestra los diferentes lenguajes artísticos mayas. Hay lo mismo collares y vasijas que esculturas, bajorrelieves y, naturalmente, una gran variedad de los glifos mayas que por tanto tiempo fueron un misterio para los arqueólogos. No cabe duda, los espectadores alemanes mirarán fascinados estas piezas maravillosas de una civilización que ha despertado la imaginación de tantos viajeros. De ahí que nuestro texto de hoy lo dediquemos a los arqueólogos alemanes que han visitado nuestro país, a quienes debemos descubrimientos muy importantes.

El barón Alexander von Humboldt (1769-1859) fue el primer gran científico alemán que hizo un largo viaje por América, entre 1799 y 1804. Primero recorrió Sudamérica, para conocer los vestigios de los incas. Más adelante, desembarcó en Acapulco, llegó a la Ciudad de México y se fue por Veracruz. Desafortunadamente, no conoció la península de Yucatán, pero lo que sí le llamó mucho la atención fueron los vestigios aztecas. Pasó por la capital de la Nueva España en 1803, donde poco tiempo antes se habían descubierto en la calle del Empedradillo dos enigmáticas esculturas de una belleza innegable. Las autoridades decidieron ponerlas en el patio del Arzobispado de la ciudad, a un costado de la Catedral, pero descubrieron con alarma que, por las noches, los indígenas se brincaban los muros para adorar ambas piedras. Cuando los religiosos se dieron cuenta de esas ceremonias, se asustaron tanto que decidieron enterrarlas de nuevo.

En 1803, cuando el barón Humboldt llegó a la ciudad, pidió ver esas esculturas. Los doctores de la universidad, sólo por tratarse de un sabio tan famoso, las desenterraron para que pudiera estudiarlas. Se trataba nada menos que de la Coatlicue y de la Piedra del Sol (también conocida como Calendario Azteca). Dicen que Humboldt tenía una intuición tan grande que logró descifrar el calendario. Pero cuando se fue de México, las autoridades volvieron a enterrar estas maravillosas piezas por miedo a que se despertaran de nuevo las viejas religiones.

Muchos años después de que Humboldt volviera a su país, llegó a México con las tropas de Maximiliano un soldado...

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