El secreto del Burroculto

AutorCésar Martínez

FOTOS: CARLOS FIGUEROA

Abigail Contreras y su pareja viajaron de Cuernavaca a la Ciudad de México en busca de un tesoro...

Lo único que sabían los profesores de la capital morelense era que verdaderas joyas literarias se encontraban resguardadas en una librería escondida en una antigua vecindad.

En su primer viaje, preguntaron en las librerías del Centro Histórico, pero nadie les supo dar información. Quince días después, regresaron en busca de pistas en las librerías de viejo, pero el resultado fue el mismo. No fue hasta su tercera visita que tuvieron mejor suerte, un vendedor les dio el primer indicio: "Debe ser la librería de Max, pero no sé la dirección", les dijo. Por suerte, otro cliente escuchó la conversación y les aclaró que buscaban El Burroculto, un lugar "secreto" donde podían encontrar primeras ediciones de Pedro Páramo, de Cien años de soledad, de libros de Hermann Hess en su idioma original, de Martín Luis Guzmán o Julio Cortázar e, incluso, algunos ejemplares firmados por los autores o por otros escritores. Él les dio las señas para llegar.

Horas más tarde y tras rastrear esas pistas, la pareja se encontraba frente a una puerta negra de herrería, con una placa dorada con la palabra "MAX".

Lo que no sabían era que a El Burroculto sólo se entra con cita previa, pues Max Ramos no siempre está ahí. Pero ese día corrieron con suerte y el dueño se encontraba clasificando un lote recién adquirido y, tras escuchar las peripecias sufridas para llegar, los dejó pasar.

En esa vecindad de la Colonia Roma ninguno de los vecinos sabe con certeza que el departamento 12, en la planta baja, es en realidad una librería que han frecuentado lo mismo escritores como Elena Poniatowska o músicos como Óscar Chávez, que pintores, escultores, cineastas y, principalmente, lectores especializados en algún tema, como la hija del poeta Efraín Huerta, quien recopila los textos de su padre, o un hombre que rastrea la obra del periodista y escritor Mauricio Magdaleno.

Nadie se imagina tampoco que en ese mismo lugar se encuentra enterrado un tesoro literario: un cofre herméticamente sellado, a modo de cápsula del tiempo, con 50 primeras ediciones de obras de la literatura mexicana.

Apenas se abre la puerta, saltan a la vista libros por todas partes: en las paredes, en el suelo, en los muebles. El lugar fue adaptado para que puedan recorrerse todas las habitaciones en una suerte de laberinto, incluso con una puerta giratoria de madera.

Aunque es una librería...

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