La sazón es un misterio

AutorRodolfo Gerschman

Las dos puertas por las que Mónica Patiño ingresó a recintos de sartenes y cacerolas, la romántica y la del misticismo, siguen abiertas en su cocina, en la que confluyen ingredientes y procedimientos franceses, mexicanos y orientales.

Para la chef cada platillo implica una digestión previa: la de las experiencias personales. En su caso, se trata de una cocina hecha con los instrumentos de su inteligencia y su sensibilidad.

El MP Bistro es la sublimación de sus inquietudes y sus búsquedas. Hay una parte de bistro y cocina mediterránea en platillos como el salmón sobre arroz negro con allioli, combinada con lo oriental, como en el cebiche de Filipinas, hecho con limón o vinagre y agua; además de una salsa hecha con agua de coco, jengibre, ajonjolí, jitomate y cilantro. Todo armonizado con el paladar mexicano.

"Actualmente practico el budismo; sin embargo esto nada tiene que ver con los platillos. Desemboqué en ellos por curiosidad hacia lo que se hace en Vietnam, Laos o Tailandia. Lo que une todo es la 'no unión'. Cada platillo está diseñado en un marco de referencia de antojo con un sentido cosmopolita, actual. Es más un mosaico que algo donde todo pudiera estar junto y confundido", expresa Mónica.

Un camino de preguntas

La curiosidad ante los misterios de la cocina y la búsqueda constante de respuestas ante los sabores, los aromas y los procedimientos culinarios marcaron la evolución de Mónica en la adquisición de un lenguaje propio en el mundo de los fogones.

"Estuve con el grupo esotérico Cuarto Camino, cocinando tres años. Yo era una chiquita naïve. Y terminé casándome con el líder. Me involucró más en lo espiritual que como pareja. En fin me casé por tonta. Estuve siete años con él. Esa época culminó con la apertura de La Taberna de Valle de Bravo, pues como grupo espiritual queríamos salir fuera de México.

"El lugar lucía como una cabañita. La gente pasaba y preguntaba ¿qué va a ser? Les respondíamos orgullosamente: un restaurante. Cuando se abrió fue un boom. Hicimos una cartita al chilazo con dos entradas, dos sopas, dos carnes, cuatro pasteles. Cuando vi el acelere de la cocina me dije 'nunca quiero estar en eso'. Me espantaba la presión", recuerda Mónica.

Yo estaba vestida de tirolesa en la sala, agrega, porque era el ambiente que le queríamos dar. Mis padres eran los primeros en sentarse. Me apoyaban. Con. aban en mí. No sé si yo lo haría con esa incondicionalidad. Les agradezco mucho, fue un amor a ciegas.

"Había viajado con...

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