San Miguel entre visiones

AutorHugo Roca

Fotos: Hugo Roca

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SAN MIGUEL DE ALLENDE.- "Cansadas de la maldad humana, siete abuelas de Guanajuato se quedaron dormidas hace miles de años; decidieron nunca más despertar y se convirtieron en piedras volcánicas".

Mientras dice esto, la chamana Mariana Lumus avanza en cuclillas dentro de un temazcal en la reserva natural el Charco del Ingenio, al sur de San Miguel de Allende, donde cultivan la mayor colección de cactáceas del País, después de la que tiene la UNAM.

La pequeña puerta de la construcción de barro con forma de iglú está abierta y con una pala, Mariana mete siete abuelas (piedras) ardiendo y las deja en el centro del suelo.

"Antes de quedarse dormidas, las abuelas anunciaron una profecía: en el siglo 21, en San Miguel renacería la esperanza humana; pero para que ello suceda sus hijos deben meterse en temazcales con ellas envueltas en llamas".

Alegorías del vientre materno, estos rituales proponen un renacimiento a través de cuatro partes, conocidas como mundos.; cada mundo dura media hora y representa una etapa de la vida: infancia, adolescencia, adultez y vejez.

En cada uno deben ingresar siete piedras volcánicas y ser cubiertas con hierbas y agua; el sentido de la curación consiste en que los vapores aromáticos relajen el cuerpo para que el alma recorra cronológicamente episodios traumáticos que ha vivido y sane por completo sus heridas.

Mariana cierra la puerta del temazcal: es el primer mundo. Quedamos sumergidos en las tinieblas y el silencio sólo se rompe cuando ella echa agua a las abuelas y éstas rugen lamentando siglos de existencia seca, muda y solitaria.

"Escuchen a las abuelas cantar; que su canto guíe su mente hacia atrás, hasta alcanzar a los niños que alguna vez fueron".

VIAJE HACIA EL INTERIOR

Los vapores surgen a 40 grados centígrados y predomina el olor a fruta quemada.

A fuerza de sudar y aspirar aromas relajantes, el cuerpo se siente increíblemente ligero, como si se hubiera desmembrado y quedara sólo el alma.

Entonces los recuerdos de infancia surgen a través de visiones: el piano de la sala y sapos en las manos. Logro evocar la graciosa situación, ahora sí completa: con 9 años no hay nada más gracioso que poner sapos en las zapatillas de ballet de mi hermana; los recuerdos parecen pasar como en cámara lenta, por lo que hay que esforzarse para avanzar.

De pronto aludes de luz cegadora se filtran por la puerta; terminó el primer mundo y Mariana mete con su pala otras siete abuelas y dice: "¡Arranca el...

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