San Cadilla / La Dominguera

Los años maravillosos

Sí, mis niños, yo también suelo hablar de lo que me pasaba en la primaria, la secundaria, la prepa, la facultad, algún empleo o relación sentimental con exactitud, sin temor a equivocarme, por su cercanía o lejanía de la Copa del Mundo.

Vívidamente recuerdo nueve Mundiales, es decir, 34 años de mi existencia ligados emocionalmente a un maravilloso deporte. Aunque escribir sobre futbol se convirtió en una cuestión profesional hace unos cuantos ciclos mundialistas, nunca he perdido el sentimiento de esos años maravillosos.

Y en esos días emocionales que llegan cada cuatro años, llega un ritual, costoso y difícil de cumplir: coleccionar el álbum de estampitas del torneo en turno.

Mi primero fue en 1982. México no jugaba, pero las reuniones frente a un televisor para ver partidos eran parte de mi familia desde antes de que yo apareciera en su panorama. Mientras mirábamos los juegos, revisaba mi colección de estampas en las páginas del álbum y cotejaba los nombres de los pateabalones.

También era obligatorio hacer la mejor letra posible para rellenar los espacios de los marcadores o pedirle a mi madre que apuntara los clasificados a las fases siguientes del torneo para que se eternizaran con una bonita caligrafía. Sólo una persona que te regaña por hacer fea letra de molde tiene derecho a cumplir con esa sagrada tarea. Sí, a mi madre también le gusta el futbol.

Era emocionante ver los cromos de las estrellas del torneo, como Paolo Rossi, Diego Maradona, Eusebio, Teófilo Cubillas... pero más los de los equipos, la mascota o los escudos de las federaciones.

Pocas tareas resultaban tan satisfactorias de completar como la de llenar el álbum del Mundial, después de la compra de centenares de sobres con el dinero de los domingos y arduas negociaciones con los amigos de la cuadra o la escuela para que intercambiaran o vendieran esa estampa que se te había negado en incontables ocasiones. El libro sagrado, entonces, pasaba a un librero para no volver a ser abierto en, por lo menos, un ciclo mundialista.

NEGOCIO FAMILIAR

En Módena, ciudad italiana cercana a Milán, se puso en marcha un negocio editorial que originó esa fiebre de coleccionar que ataca a los seres humanos -niños, sobre todo-cada cuatro años.

Los hermanos Franco, Benito, Giuseppe y Umberto Panini, fanáticos del automovilismo y dueños de un kiosco ubicado frente a la Catedral de la ciudad, fundaron una empresa de distribución de periódicos deportivos.

La revolución llegó...

Para continuar leyendo

Solicita tu prueba

VLEX utiliza cookies de inicio de sesión para aportarte una mejor experiencia de navegación. Si haces click en 'Aceptar' o continúas navegando por esta web consideramos que aceptas nuestra política de cookies. ACEPTAR