San Cadilla

EL JALISCO, EN PELIGRO

Bien decía mi abuela: quien avisa no traiciona.

Es INCREÍBLE, así con mayúsculas, que, después de tantos años y tantas insistencias, campañas y casi-casi hasta súplicas, algunos aficionados crean que todavía es gracioso o que "apoyan" a su equipo con el famoso grito del perro de Disney sin la "L".

Como suele suceder, en esas pésimas costumbres tan propias de nosotros los mortales, de hacer lo contrario a lo que se nos pide y sentirse envalentonados en multitud por desafiar la autoridad: más te dicen "no lo hagas", más se aferran a un "sí lo hago, ¿y qué?".

En el Estadio Jalisco fue donde creció esa costumbre de insultar al portero rival, se expandió y se rehúsa a morir a pesar de las cientos de advertencias y sus consecuencias.

Si bien, nunca he estado de acuerdo en que es un grito homofóbico, a todos nos debería de quedar claro que ya está prohibido y seguir desafiando esa regla, sólo pondrá en peligro al equipo local, más que ayudarlo en el momento que se hace.

El pasado viernes, Hugo Nervo, del Atlas, en su posición de capitán le pidió a sus compañeros que fueran con la barra a pedir que no lo gritaran más porque los estaban perjudicando, más allá de perder tiempo, también son los problemas que implica a la postre y-que-nomás-no-entienden.

Pero sus compañeros ni lo pelaron y ahí va él solo a acercarse a la cabecera norte para decirle por la reja a los barristas que lo dejaran de hacer.

Si bien se tranquilizaron unos minutos, conforme los comía la desesperación y frustración de que su equipo no anotaba y veían cómo perdía el partido, algunos asistentes volvieron a hacer el grito y con más insistencia.

Y no, no es como dijera el peruano Juan Reynoso que al árbitro Adonaí Escobedo le faltara personalidad para detener el partido más veces porque se seguía escuchando. Simplemente, el silbante hizo lo que tenía que hacer en las ocasiones en las que se hacía presente el grito.

Ahí les va. Primer acto: detuvo el encuentro dos minutos. Segundo acto: mandó a los equipos unos minutos al vestidor. Tercer acto, ahí no había vuelta atrás: indicación al Comisario para que anunciaran por el sonido local que se reportaría el hecho a la Comisión Disciplinaria para determinar una sanción. ¡Tómala!

Aunque el reporte es un procedimiento interno del que...

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