Colonia del Sacramento: Bastión colonial en Uruguay

AutorÓscar Álvarez

Fotos: Óscar Álvarez

No resulta tarea fácil hablar de Colonia, y pareciera mentira considerando sus atractivos de villa colonial, pintoresca y recoleta que hacen de ella Patrimonio de la Humanidad.

Sucede que hay algo más, algo intangible que se escapa a los sentidos y cuesta poner en palabras. Si los lugares tienen carácter, entonces deber ser su carácter afectivo, hospitalario, alegre de un modo silencioso, sereno; se siente nada más llegar.

Una carretera ondulada con horizonte de "cuchillas" (los cerros chatos de Uruguay) la antecede en el camino desde Montevideo.

Partiendo de Buenos Aires, el viaje tiene otro sabor, pues es travesía marinera en barco. Perdón, quise decir surcando la desembocadura del Río de la Plata, pero nadie lo diría al ver su majestuosa anchura.

Las orillas se desdibujan en la distancia y sólo las aguas rubias delatan su pertenencia a un Paraná desbordado por sus tributarios.

Si contamos con suerte y nos toca un día con sol (pero incluso los días nublados saben ser luminosos aquí) conoceremos uno de los principales destinos uruguayos en todo su esplendor.

Colonia, a pesar de los turistas que la visitan, tiene una esencia íntima de calles angostas entre muros llenos de flores, de resonar de pasos en el empedrado, de puertas entreabiertas que permiten la visión fugaz de patios umbríos y de viejas casonas que cuentan historias.

En las noches, los faroles iluminan con su luz ambarina el mismo escenario al que la brisa trae el olor salitroso de un mar próximo.

La manzana de la discordia

No siempre fue todo tan plácido en Colonia del Sacramento.

Sus comienzos son conflictivos: en 1680, el Gobernador de Río de Janeiro, Manuel Lobo, desembarca en aguas del Plata y funda la fortaleza del Santísimo Sacramento y la población de Nova Colonia Lusitana en la llamada Banda Oriental, frente a Buenos Aires.

El expansionismo portugués había llegado más lejos que de costumbre. Ciertamente los territorios al este del río Uruguay no estaban poblados, salvo por las misiones jesuíticas junto al río; el resto eran potreros para el ganado y caballos introducidos desde Asunción.

Pero además de la invasión territorial, lo que preocupaba a la corona española era el peligro del contrabando con sus colonias, bien por los portugueses o por sus cómplices habituales, los británicos.

Consecuentemente unos meses después el asentamiento es desalojado por el Gobernador de Buenos Aires.

Gracias a un tratado entre Lisboa y Madrid, los lusos vuelven a...

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