Con sabor mediterráneo

AutorTeresa Rodríguez

Texto y fotos: Teresa Rodríguez

Enviada

LA PARTIDA: DE NIZA A MÓNACO

Ni la lluvia impide una caminata mañanera por el Promenade des Anglais. A pesar del chubasco, Niza regala el paisaje de un mar azul profundo enmarcado por sus playas rocosas.

Es domingo y, mientras los lugareños disfrutan de un desayuno en casa, los viajeros tratan de guardar en su disco duro las postales que desde lo alto de la Coline du Château les regala la ciudad.

Las manecillas del reloj nos pisan los talones, pero los frondosos árboles y las melodiosas cascadas que rodean el castillo ameritan un momento de calma. La lluvia ha cedido a los encantos del señor sol, la ciudad comienza a despertar. Es momento de callejonear por el Barrio Antiguo.

El hambre y las ganas de disfrutar alguna delicia típicamente francesa se unen para hacer de las suyas y poner un alto al apresurado recorrido. Sobre la Place de Garibaldi se asoman en un escaparate decenas de coloridos macarrones. Imposible no caer en las tentaciones de la pastelería y chocolatería Serain Cappa.

Rodeados de lugareños, que cumplen con el ritual matutino del periódico y el café, hacemos lo propio. Sobre las callejuelas angostas y medievales del viejo barrio salta a la vista una que otra joya gastronómica: locales que ofertan especias de todo el mundo, boutiques de vinos y champañas, tiendas de productos a base de olivas.

Antes de correr hacia el aeropuerto para tomar el "shuttle" que nos llevará hacia Mónaco, aún queda tiempo para admirar la catedral de Sainte-Réparate y recorrer los jardines que conducen a la Place Mássena, que para estas horas ya están llenos de paseantes. El camino hacia el principado se hace corto, gracias a que nuestra guía describe un poco de lo que se observa en el paisaje y cuenta cómo fue que Mónaco, antes productor de olivas, naranjas y limones, se convirtió en un próspero país. Al bajar por la carretera que lleva hasta el puerto, la vista deja a más de uno boquiabierto.

Ha llegado la hora de abordar el Riviera Majuro. Los tripulantes sonrientes nos reciben con copas de champaña, somos los primeros pasajeros de esta embarcación. La cálida recepción y el fastuoso lobby del barco -decorado por Lalique- dan pistas sobre lo que está por descubrirse en los próximos días: aquí no se escatima en lujos y atenciones.

Una rápida exploración a la que por los próximos cinco días será la habitación: una pequeña salita y una veranda; sobre el escritorio, una computadora portátil y, sobre la mesa de...

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