El sabor de la Copa

AutorIsrael Hernández y Sergio Guzmán

Corea Japón 2002

63 días para el mundial

El ambiente y colorido han sido parte fundamental en la historia de los Mundiales. No sólo en la cancha y en los uniformes que portan las diferentes selecciones, sino también en cada uno de los aficionados que acuden a presenciar el futbol y demuestran su apoyo pintándose los rostros y portando los colores de su país en la vestimenta.

En la actualidad el colorido va de la mano del evento, quedando bien demostrado por ejemplo con la "Batucada" brasileña o las faldas de los escoceses, los turbantes de los árabes, los cánticos europeos y sudamericanos, y el toque mexicano con el sombrero de charro.

Ahora es común ver los caminos que conducen a los diferentes escenarios del balompié invadidos por toda una muchedumbre pasional que con sólo observarlos de inmediato viene a la mente el equipo de sus raíces.

Hoy en día es una práctica generalizada que los seguidores también jueguen su partido, con el diseño de sus propios uniformes y bajo las reglas que ellos mismos imponen.

Sin embargo, el arranque del certamen mundialista dista mucho del molde que actualmente se conoce.

Las tres primeras ediciones, Uruguay 30, Italia 34 y Francia 38, el espectáculo del futbol no era propiamente un "show", incluso no se veían banderas en las gradas como signo de apoyo de la afición.

Una humanidad sensible por el contexto de una Primera Guerra Mundial, tímidamente se permitía un paréntesis de distracción futbolística sin conseguirlo fielmente, y es que al cabo de las tres primeras justas, una Segunda Guerra Mundial los ubicaría en una cruenta realidad de un mundo cambiante.

Es por esto que en esos años la sobriedad era característica en las tribunas, y en la cancha se reflejaba el belicismo que se vivía afuera.

Como ejemplo de la seriedad en la forma de vestir, los jugadores de la selección argentina saltaban al terreno de juego con saco y en pleno partido lucían una boina. A los árbitros de estos encuentros, se les veía de saco, corbata y pantalón corto. En las gradas, los asistentes copiaban fielmente la moda dictada en el campo.

Superada esa etapa crítica de la humanidad, y a partir de la Copa del Mundo celebrada en Brasil 1950, el certamen pudo al fin retomar la senda deportiva y paulatinamente se convirtió en una fiesta, en donde los aficionados revolucionaron la forma de apoyar a su equipo.

Fue entonces una costumbre ver dentro y fuera de los estadios a los seguidores de uno y otro bando con la indumentaria del color...

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