¿Qué sabemos del monitoreo participativo en México?: Propuesta conceptual desde la perspectiva socioecosistémica y revisión sistemática de literatura científica
Autor | María Perevochtchikova, Lucia Oralia Almeida Leñero, Adriana Carolina Flores-Díaz, Raiza González, Diana Luque Agraz |
Cargo | Profesora-investigadora del Centro de Estudios Demográficos, Urbanos y Ambientales, El Colegio de México A.C./Profesora de la Facultad de Ciencias, Universidad Nacional Autónoma de México (unam)/Académica del Centro Transdisciplinar Universitario para la Sustentabilidad, Universidad Iberoamericana, Lomas de Santa Fe/Becaria, Facultad de ... |
¿Qué sabemos del monitoreo participativo en México?
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Al respecto, Bonney et al. (2016) comentan que la se reere a proyectos
participativos que produzcan datos e información conables que pueda utili zar
cualquier persona (cientícos, políticos, público en general) bajo el mismo sistema
de revisión por pares que se aplica a la ciencia convencional. Esto hace que la
sea un concepto exible que a menudo se usa como sinónimo de ciencia participa-
tiva, dado que considera procesos inclusivos y estructurados que involu cran a per-
sonas que no son cientícos en el desarrollo de la recolección, el procesamiento y
el análisis de datos ambientales (Lakshminarayanan, 2007; Conrad y Hilchey, 2011).
En este sentido, la observación o el monitoreo participativo de aspectos am-
bientales, desarrollado a través de la participación social de manera voluntaria
(, 1997; Cohn, 2008), permite: “[…] tener un mejor entendimiento sobre
el sistema, un mayor conocimiento sobre las interrelaciones socioecosistémicas
que se desarro llan en este, y generar y aplicar métodos acordes al contexto eco-
lógico, cultural y socioeconómico” (García-Frapolli y Toledo, 2008). Por lo tan-
to, el monitoreo participativo se considera un instrumento valioso para la toma
de decisiones en diferentes niveles organizativos (Danielsen et al., 2005;
y , 2015; Conabio et al., 2016), así como para el desarrollo de estrategias
territoriales (Conrad y Hilchey, 2011) mediante la investigación y la acción
colaborativa (Austin, 2004).
El monitoreo participativo ha impulsado en los últimos años procesos de
reexión, aprendizaje, concientización y de apropiación sustentable de recursos
naturales (-, 2017), generando benecios directos e indirectos para la
población (Evans et al., 2016). Asimismo, ha cobrado relevancia en el diseño y
la implementación de instrumentos de política pública ambiental, como el or-
denamiento territorial (Montes, 2001).
En un contexto de gran diversidad biológica y cultural, como es el caso de
México (Sarukhán et al., 2017) y de muchos países de América Latina (Delgado
y Marin, 2019), y por la imperante necesidad de inclusión de los actores locales,
el monitoreo participativo requeriría una propuesta conceptual (-, 2017)
que incorpore el potencial para convertirse en el soporte de la toma de decisiones,
incluyendo las comunitarias y de políticas públicas (Danielsen et al., 2005;
Conrad y Hilchey, 2011; Aceves-Bueno et al., 2015; Ulloa et al., 2021). Las
propuestas conceptuales recientes de articulación de la relación entre la sociedad
y la naturaleza, desde el enfoque socioecosistémico, constituyen una invitación
a formular esquemas de monitoreo participativo que abarquen temas ecológicos,
sociales, económicos, culturales, etc. (Porter-Bolland, 2013; Maass, 2018; Mon-
zón et al., 2020).
Perevochtchikova, Almeida Leñero, Flores-Díaz, González y Luque Agraz
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En este sentido, en el presente trabajo se propone un esquema conceptual del
monitoreo participativo con enfoque socioecosistémico (), que se pone a
prueba a través de la revisión sistemática de publicaciones cientícas, con el n
de analizar las dimensiones que posee en México y determinar las condiciones
necesarias para sustentar la toma de decisiones de una mejor manera.
MONITOREO PARTICIPATIVO SOCIOECOSISTÉMICO
Monitoreo participativo y su potencial
Para elaborar un esquema conceptual de monitoreo participativo es necesario,
primero, determinar su alcance, denir el diseño, las acciones a desarrollar y los
pro cesos de colaboración (-, 2017). Hobson et al. (2014) recomiendan
que cumpla con criterios de: a) relevancia y pertinencia, dentro de objetivos y
recursos (humanos y económicos) disponibles; b) ser apropiado y conable, para
los procesos de aprendizaje y toma de decisiones; c) ser sensible, para poder es-
cuchar las distintas voces de la comunidad, y d) ético, con el manejo adecuado
de los datos recolectados.
Asimismo, es necesario identicar el nivel de involucramiento o participación
social en las actividades del monitoreo participativo. Autores como Lawrence
(2006), Danielsen et al. (2010), Conrad y Hilchey (2011), Shirk et al. (2012),
Balderas et al. (2014) y Monzón et al. (2020), clasican esta participación en
diferen tes niveles: a) contributivo, que es impulsado externamente, con la participa-
ción pasiva de los actores locales para la obtención de datos; b) funcional, im-
pulsado externamente con recolección de datos a escala local e interpretación
de datos fuera; c) colaborativo, donde la comunidad participa en el diseño del
proyecto, aná lisis de datos e intercambios constantes de información entre los
colaboradores, d) transformativo, con esquemas autónomos, cocreados, con
control de la comunidad local y todos los involucrados en todas las fases del
proyecto.
Por otro lado, es necesario considerar el proceso de la construcción del co-
nocimiento en conjunto entre participantes, con el involucramiento de la po-
blación local, dado que esto permite abordar de manera integrativa los problemas
identicados, recursos a monitorear y proponer soluciones (Berkes y Folke, 2000;
Boege, 2008; Toledo y Barrera, 2008). En este sentido, el conocimiento ge nerado,
puede dar sustento para la toma de decisiones en diversos niveles de política
pública (Danielsen et al., 2005), especícamente, para la gestión comunitaria
(Conrad y Hilchey, 2011), los ordenamientos territoriales (Luque y Robles,
2006; Maass, 2018) y el apoyo de actividades productivas (Luque et al., 2012).
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En el caso de política pública, el monitoreo participativo ha sido útil en la
determinación de problemas y soluciones (Austin, 2004), en el diseño y la imple-
mentación de programas de conservación ambiental masivos (Cohn, 2008), sobre
todo en situaciones de falta de presupuesto gubernamental (Perevochtchi ko va y
Sandoval, 2020), en relación con el bienestar y la salud humana (Evans y Guarigua-
ta, 2008), asimismo para la optimización del gasto público (Perevochtchikova y
Sandoval, 2020) y para la evaluación de los efectos de la aplicación de instrumen-
tos de conservación (Perevochtchikova, 2016; Brownson et al., 2019; Shinbrot et
al., 2020). El monitoreo participativo también ha permitido informar de forma
clara y oportuna los riesgos existentes para la salud humana a nivel local y fomen-
tar la participación colectiva en las decisiones sobre el territorio (Flores-Díaz et al.,
2018; Ulloa et al., 2021).
Finalmente, el monitoreo participativo contribuye a la generación del cono-
cimiento cientíco (Monzón et al., 2020) y al fortalecimiento de experiencias
de corte transdisciplinario desde la incorporación de nuevos saberes y sensibi-
li da des, como investigación transdisciplinaria (Merçon et al., 2018), y así, llegar
a las metas de sustentabilidad (Berkes, 2004; Pollock y Whitelaw, 2005; Porter-
Bolland, 2013; Ortega et al., 2014).
Monitoreo participativo en México e incorporación de la perspectiva
socioecosistémica
Es importante reconocer que en México existen múltiples experiencias de mo-
nitoreo participativo, centrados principalmente en la observación de: a) vida
silvestre en áreas naturales protegidas (López-Gómez et al., 2014; Pérez-Belmont
et al., 2019; Pineda-Vázquez et al., 2019); b) diversidad aviar (Ortega-Álvarez et
al., 2012; Alcántara-Salinas et al., 2015); c) calidad de agua (Burgos et al., 2013;
Flo res-Díaz et al., 2013; Perevochtchikova et al., 2016; Perevochtchikova y
Sandoval, 2020), y d) cuestiones forestales (Perevochtchikova, 2016; González,
2018; Rojo, 2018).
También se han publicado revisiones bibliográcas al respecto, como el capí-
tulo de Pritchard (2013) en Porter-Bolland et al. (2013) sobre la situación del
monitoreo participativo aplicado a biodiversidad, y el trabajo de Kole et al.
(2016) sobre la consolidación de capacidades de conocimiento para la gestión.
Se destaca la publicación reciente de Monzón et al. (2020), que analiza 36 ex-
periencias de la participación social en la generación del conocimiento con base
en el concepto de y aplicando al análisis la clasicación de los mismos niveles
de colaboración de Shirk et al. (2021).
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