RUTA 66 / Victorias

AutorDiego Beas

Tres importantes victorias en el mismo número de semanas para Barack Obama. Así fue como el Presidente de Estados Unidos cerró el año y lanzó el mensaje más claro hasta la fecha de que no tiene intención de encabezar un Gobierno de un solo mandato.

Primero fue el macro acuerdo fiscal con el Partido Republicano. Una extensión de dos años para un recorte de impuestos de la era Bush que reduce las tasas del uno por ciento más rico del país a cambio de una extensión en las prestaciones a los desempleados. Una jugada clave y de último momento, ya que millones de personas en esta condición estaban a punto de perderlas -una catástrofe que hubiera puesto seriamente en duda el compromiso de Obama con los menos privilegiados-.

Sólo unos días después vino otra jugada clave que devuelve la iniciativa política a Obama y, sobre todo, tiene a muchos en Washington hablando de lo difícil que será que los republicanos le derroten en noviembre de 2012. Se trata de la abrogación de "don't ask, don't tell" (o DADT, como se conoce en Estados Unidos), una política de principios de los años 90 altamente radiactiva que para entender el fondo de su significado tenemos que hablar de sus orígenes y por qué se convirtió en una prueba tan decisiva para valorar el liderazgo de Obama.

DADT fue implantada a principios de la presidencia de Bill Clinton. Aunque en un principio fue una política popular y aplaudida, con el paso del tiempo se convirtió en ejemplo de la pusilanimidad demócrata y su tendencia a pactar acuerdos que se quedan cortos de sus ambiciones originales. En este caso, el pacto fue entre Clinton y unas Fuerzas Armadas que nunca le quisieron. El político buscaba el acuerdo con los militares para enterrar de una buena vez la histórica discriminación del Ejército a los homosexuales. El acuerdo se encontró en "don't ask, don't tell" -literalmente, no preguntes, no digas-. Una fórmula institucional para hacerse de la vista gorda y permitir salvar cara a ambos.

Con el paso de los años, la política se fue haciendo cada vez más divisiva hasta que en la elección presidencial de 2008 se convirtió en una de las reivindicaciones más importantes del colectivo gay. Un colectivo que, coincidentemente, fue uno de los primeros y que con más fuerza se montó al carro de Obama.

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