Ruta del café: Esclavitud con cara de turismo

EL EDÉN, Chis., enero 22 (EL UNIVERSAL).- Un olor a fruta madura invade el camino de la Ruta del café, de más de 35 kilómetros, que va de Tapachula a terrenos a mil 500 metros sobre el nivel del mar, donde niños y adolescentes de Guatemala llegan a trabajar en las fincas, terrenos ejidales y pequeñas propiedades productoras del grano aromático.

Amanece, y sin probar bocado, los pequeños jornaleros se pierden en las veredas de los cafetales, ubicados en la escarpada carretera que conduce al volcán Tacaná, para concluir la jornada al momento que llega el ocaso en el Pacífico.

Llevan un cesto de carrizo o cubeta en las manos, donde caen los granos rojos y maduros de café que luego serán depositados en una cubierta de plástico para ser trasladados, en costales, a unos galerones cercanos a arroyos de agua cristalina donde despulparán la fruta.

Los menores indígenas caminan en fila sobre la carretera siempre acompañados por el padre y la madre, quienes todos los años cruzan la línea fronteriza para adentrarse a territorio mexicano para percibir hasta un peso con 50 centavos por cada kilo de café en cereza recolectado.

Muchos años antes de que los guatemaltecos llegaran a esta zona, eran los chamulas, tzeltales y tojolabales quienes hacían este trabajo, pero todo cambió cuando los chiapanecos tomaron camino hacia los Estados Unidos.

Sólo el recuerdo de los migrantes quedó en los pueblos llamados Chamulapita y Chamulapa.

Desde entonces los finqueros echaron mano de los jornaleros indígenas guatemaltecos que llegan de aldeas pobres de los departamentos de Quetzaltenango, Huehuetenango, San Marcos y El Quiché, donde no hay trabajo.

Tan pronto como inicia la cosecha de café en las comunidades del Soconusco, los grupos de indígenas kanjobales, ixiles, mames y kakchiqueles, se les ve recorrer esos sitios para comprar productos alimenticios en las tiendas o para buscar trabajo con los patrones.

Nicolás Juan, un indígena de Quetzaltenango, dice que los finqueros de El Edén, en el municipio de Tapachula, le pagaron por recolectar la caja de 100 kilos de café 100 pesos, con comida incluida, que consiste en una ración de frijoles, tortillas y café; si rechazara los alimentos, percibiría hasta 150 pesos.

“En un día puedo juntar dos cajas”, confiesa el hombre, padre de cinco hijos, todos menores de 13 años.

A un constado de la carretera camina Hilario, un ejidatario de El Edén, con un costal con unos 40 kilos de café que carga con un mecapal, pero cerca de...

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