Ruega por nosotros...

AutorCarolina Rocha Menocal

- La disyuntiva. La noche del pasado 19 de mayo, Lizbeth tomó una decisión que le costó la vida. En la esquina de Insurgentes y Juventino Rosas, pasadas las 20:00 horas abordó un taxi que dos horas y media después la dejaría agonizante sobre Marina Nacional. Era el quinto o sexto atraco sufrido por empleados del Instituto Federal de Acceso a la Información a las afueras de Plaza Inn. Probablemente Liz sabía eso, aun así tomó el taxi, ¿por descuido? Ella no tenía auto. El trabajo la retuvo hasta tarde. ¿Caminar? Poco viable, dados los peligros de la ciudad. ¿El Metro? ¿El micro? Joven y de rasgos finos, por qué tomaría un transporte que adquirió, hace no mucho, relevancia por los casos de abuso sexual cometidos ahí mismo. Optó por el más caro de los transportes a su alcance. Pareciera que el descuido estuvo en vivir en una ciudad en la que las probabilidades operan en contra de uno. Dos días más tarde murió. Con ella, muchas más: la novia, la hija estrella, la alumna favorita, la empleada puntual y dedicada, la chava callada del escritorio adyacente, con maestría y premios bajo el brazo. Una muerte que desconcertó a una familia, a una oficina, a toda una generación de estudiantes que, a menos de una semana del ataque, levantaron el grito, enviaron correos en la web y firmaron desplegados para que su muerte no pasara desapercibida y para alejar la angustia de enfrentar lo mismo. Liz no era rica, tampoco vestía como si lo fuera, aun así cayó en la estadística.

- La sublimación. En la colonia Las Rosas, dentro de la zona residencial de Tlalnepantla, asesinaron a Juan y Guillermo Cummings, a unos pasos de su casa. Ni el dichoso pseudo toque de queda, ya en vigor ese 12 de junio, ni los 20 elementos policiales entrenados por expertos israelíes, ni la treintena de patrullas nuevas, seis Jeeps Hummer y el helicóptero recién adquirido, ni la mano dura del alcalde Ulises Ramírez previnieron el doble homicidio. Los deudos despidieron con el novenario a padre e hijo, pero casi de inmediato pasaron del líbranos de todo mal, a la exigencia: autoridades, combatan el mal. Sin pensarlo, explica Fausto, familiar de los acaecidos, montaron un "centro de operación" en casa de Lucrecia, una prima. Buscaron a los medios: vía el conocido en comunicación social de alguna dependencia, a través de amigos de amigos; y con faxes y correos a las televisoras, estaciones de radio y prensa escrita. Como los papás de Lizbeth, que viajarán de Guadalajara, donde viven, al...

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