Rosaura Barahona / Término preciso: Infoxicación

AutorRosaura Barahona

Antes de hablar del tema de hoy, debo enviar una disculpa enorme a mi querido y admirado Rubén Orozco. Cuando se murió Arthur Miller dije que "La muerte de un viajante" me parecía una de las grandes obras del teatro occidental del siglo 20 y su personaje central, Willy Loman, uno de los personajes más importantes del teatro contemporáneo.

Y luego aseguré algo que sinceramente creí: que había visto varias versiones de la obra y que una de las mejores era la dirigida y actuada por mi querido Julián Guajardo. Me equivoqué.

Me corrigieron varios lectores. Julián fue el director, pero no Willy Loman. Rubén fue Willy. Y entonces me sentí muy, muy mal. Por muchas razones. Porque no puedo confundir a Julián con Rubén. Ambos son excelentes, pero muy distintos. Y porque no debo confiar tanto en mi memoria, sobre todo cuando estoy entusiasmada con algo.

Recuerdo a un Willy espléndido. Vi la obra dos veces y podía haberla visto diez. Siempre hay un gesto, un parlamento, una pausa, el cambio de tono en una frase que nos dice algo nuevo o nos hace notar algo pasado por alto.

¿Qué puedo hacer? Disculparme de la manera más sincera con Rubén por haber metido no una, sino las dos patas hasta el fondo. Varios de sus admiradores me recordaron que su actuación fue excepcional y, por lo tanto, inolvidable, cosa que yo misma dije. No tengo justificación para haberlo confundido, sin embargo, espero que Rubén me pueda perdonar.

Pero independientemente de que lo haga o no, debo aclarar al público lector esta confusión. De modo que aquí está.

Y, ahora sí, permítame pasar a otra cosa.

Los que no pertenecemos a la generación de las computadoras (aunque nos subimos al tren que las trajo), sabemos que éstas provocan adicción. Hay quienes se levantan y antes de decir buenos días, ya están instalados en la compu revisando su correo. No sea que le haya llegado algo tan nuevo o tan importante que les impide bañarse y desayunar.

Los chavos chatean a través del Messenger y nunca acaban. Se van integrando uno y otra y otros más hasta formar un grupo frente a una pantalla que trae respuestas inmediatas de los amigos que antes se veían en el lugar de moda.

No los critico. Cada generación tiene sus formas de relacionarse y ésta tiene vínculos electrónicos que pueden ser extraordinariamente profundos y útiles, pero también dolorosamente banales.

Las computadoras, como todo en la vida, tienen cosas buenas y malas y, por lo mismo, son satanizadas por quienes desearían tener un capelo...

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