Rosaura Barahona / Lo urgente y lo importante

AutorRosaura Barahona

"Lo urgente se impone a lo importante" es un lugar común en México; y, por desgracia, es verdad. Aquí don Urgente siempre le roba su lugar en la fila a don Importante, quien le cede el paso, pero sin perder la esperanza de que, algún día, lo atiendan.

Mientras don Urgente arrasa con lo que se pone frente a él, don Importante levanta la mano y dice con timidez: "A pesar de los años, no han entendido algo clave: mientras no me atiendan a mí, las urgencias continuarán reproduciéndose como conejos en Australia. Y es que atienden sólo los síntomas, resuelven los problemas inmediatos, salen del paso a como dé lugar, pero no se profundiza en las verdaderas raíces del problema".

Todos hemos preferido, alguna vez, lo urgente sobre lo importante. En un país con tantas necesidades como el nuestro se justifica dar agua fácil al sediento para evitar su muerte, en vez de buscar la solución de fondo que exige más recursos y tecnología. Está bien enviar pipas de agua a Pueblo Seco; el problema es que nos quedamos ahí. Y posponer una y otra vez lo importante ante lo urgente, termina, tarde o temprano, por pasarnos una factura.

Ahora, no siempre es fácil distinguir entre lo uno y lo otro por varias razones: a) algo puede ser ambas cosas a la vez (en cuyo caso se debe determinar qué predomina); b) no siempre lo urgente es importante y c) no siempre lo importante es urgente. ¿La solución ideal? Atender a ambas cosas y resolverlas en cuanto se pueda, pero ahí está el meollo del asunto: por lo menos en nuestro tercer mundo, eso rara vez se puede hacer.

México es un país que empobrece días tras día, aunque Calderón no se haya enterado e insista en lo contrario. Eso se debe, entre otras cosas, a que el pago de nuestros impuestos debería cubrir muchas cuestiones urgentes y atender otras importantes, pero no es así. Sólo una mínima parte de ellos se destina a eso; el resto subvenciona la inutilidad y la corrupción de la burocracia, se usa para enriquecimientos explicables calificados como inexplicables, se desperdicia en programas sexenales en lo federal, estatal y municipal que mueren con el cambio de gobierno (¿cuál Enciclomedia foxiana y costosísima?) y convierten lo que debió ser una inversión valiosa en un gasto inútil.

Y los mexicanos nos hemos resignado (indebidamente) a que...

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