Rosaura Barahona / Algo está muy mal...

AutorRosaura Barahona

Usted y yo sabemos que el mundo está, como dicen en el rancho: "patas arriba". Lo que no siempre reconocemos es que, a menudo, nosotros contribuimos a ello.

¿Por qué? Porque hemos creado trampas absurdas en las que nosotros mismos caemos, como en aquel viejo chiste surrealista de un hábil chofer dedicado a transportar pozos de un lado a otro.

Una vez un ingeniero le pidió transportar, al otro lado de la ciudad, la enorme excavación de los cimientos de un centro comercial. El chofer aceptó por un precio muy alto: fue, recogió el pozo gigantesco, lo subió a la parte trasera de su camión, arrancó, el pozo se cayó y él se echó en reversa para recogerlo ¡pero se cayó en el pozo!

Así de absurdo está el mundo externo sobre el que no tenemos control (Trump y Corea del Norte); el externo en el que nos resistimos a participar (nuestros políticos) porque qué flojera y al fin no cambia nada; y el interno, sobre el que tenemos mucho control al que renunciamos porque se prefiere nadar de muertito y repetir hasta el cansancio que "las cosas así son ahora", antes que desentonar, decir no y explicar que son rollos y mentiras consumistas y de vacío vital.

Por eso le digo que algo está muy mal cuando:

  1. Al entrevistar en la tele a una actriz, en proceso de divorcio, le preguntan cuál fue su experiencia más enriquecedora en los dos años de matrimonio con el hombre que calificó de "alma gemela y su pareja de vida" y ella responde, sin dudar: "Los días durante los cuales me medí vestidos de novia buscando el perfecto para mí".

  2. Un niño inteligente, de clase media alta, reclama a sus padres su pobreza y sugiere al papá dejar su trabajo y vender facturas falsas como los papás de A, B y C que pronto se hicieron ricos, traen carrazos y ya tienen unas casotas.

    Y aclara que sus amigos le dicen: "Es un trabajo casi legal porque el Gobierno está enterado y todo está arreglado". (¿Será esto una forma de casi corrupción o de casi honestidad?).

  3. Una mamá, también de clase media alta, muestra su sufrimiento en un programa de diálogos paternos, porque tiene graves problemas económicos: su esposo tiene un sueldo excelente y ella también, pero no pueden vivir en Santa Fe (zona lujosa en la capital), ni comprarle los tenis de moda a sus hijos (400 dólares), ni ella lucir siempre bolsas...

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