Rosaura Barahona / Conciencia y compromiso

AutorRosaura Barahona

Una de las grandes dificultades que existe en las universidades es el dilema que provocan al desarrollar técnicos capaces no sólo de aplicar la tecnología existente, sino de generar nueva tecnología.

En teoría, la tecnología debe beneficiar a la humanidad, pero usted y yo sabemos que todo tiene un precio y que, a menudo, ese precio es la contaminación del mundo que nos rodea (aire, agua o tierra), la deforestación, el agobio de lo visual y una lista que todos conocemos bien.

Las universidades serias tratan de que sus egresados sean responsables de sus actos, tengan conciencia de las consecuencias (incluida las ecológicas) de sus decisiones y acciones profesionales y establezcan un compromiso de honestidad que rinda honor a su dimensión humana.

Por desgracia, muchos de esos egresados sacan la calificación más alta en su curso de ética profesional, pero al entrar a lo que llaman "el mundo real" (como si lo que se estudia fuera ficción pura), desaprenden lo aprendido, dicen "business is business", o sea, los negocios son negocios, y arrasan con quien se interponga entre ellos y su voracidad insaciable.

Tenemos muchos ejemplos que podemos consultar a diario en los medios locales. Permítame señalarle dos de ellos.

Por años se dijo que no se permitiría a la ciudad crecer hacia el sur porque ahí está su pulmón y al llenarlo de concreto se acabaría el oxígeno que tanta falta hace en este valle de difícil clima.

Sin embargo, un político compró muchos terrenos por aquel rumbo, mandó poner luminarias en el centro de la carretera y empezó a vender a los fraccionadores la idea de que era la mejor opción para crecer.

Abra el periódico y vea la cantidad de fraccionamientos nuevos que están surgiendo por aquellos lugares: bellos, frescos, lindos, amplios y, muchos de ellos, privados.

Cuente los colegios que se han ido hacia el sur a lo que se llama el corredor de los colegios. Vea cuántos padres hacen viajes matutinos y vespertinos para dejar y recoger a sus hijos.

Desde hace años, muchos maestros o personas que no podían pagar las altísimas rentas de Monterrey, decidieron vivir adivine en dónde. Acertó usted, ¡en el sur!, y ahora viven en San Francisco, El Cercado, Villa de Santiago, El Uro, El Barro y El Barrial.

También están por allá Las Misiones, el campo de golf lleno de casas bellas.

Y a lo largo de la carretera, salones para fiestas y recepciones.

Todo lo anterior congestiona la carretera de una manera injusta y desesperante no sólo los fines de...

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