Rosaura Barahona / Becas injustas

AutorRosaura Barahona

Las becas honestas y bien administradas benefician a muchísimas personas. Hay becas para estudiar, para perfeccionar un arte, para aprender un idioma, para visitar fábricas, periódicos o escuelas en el extranjero y para aprender un oficio. Entre otras.

Las becas son creadas para quienes carecen del dinero necesario para lograr cualquiera de las cosas antes mencionadas. Es decir, en teoría, un becario debe ser una persona con necesidades económicas.

Claro, luego están las becas injustas otorgadas a los grandes escritores que pueden vivir, sin ningún problema, de las utilidades de sus libros. O las becas a los pintores famosos cuyos cuadros se venden en miles de dólares o pesos y que tampoco necesitan dinero del Estado para sobrevivir.

Muchos estudiamos gracias a una beca o a una beca-préstamo. Para esos muchos, las becas fueron una verdadera bendición que nos permitió terminar nuestros estudios, aunque una parte fuera de fiado.

Cuando alguien comprende eso, con gusto restituye lo que le prestaron. Al pagar sabemos que estamos aportando recursos que permitirán a otros, como nosotros, estudiar en la institución que nos facilitó recursos esenciales para nuestro desarrollo.

En Europa conocimos a un chico que estudiaba en París. Cuando supo que éramos becarios de una empresa mexicana, nos preguntó si teníamos carro deportivo de lujo y si cerrábamos los restaurantes o cabarets para hacer nuestras fiestas personales. Resulta que eso hacía un joven paisano de la Embajada de México en Francia por aquellos días.

Ése es el dolor de las becas: que se abuse de ellas y se conviertan en una forma de vida cínica, a costa de quitar oportunidades a otros que sí las necesitan.

Por eso es ofensivo, descarado y cruel ver a los choferes de muchos regiomontanos ricos recoger la beca que permitirá a los hijos de sus empleadores, no estudiar en un colegio decoroso, sino a la señora o al señor comprarse unos zapatos de mil dólares porque se ahorrarán parte o toda la colegiatura de sus hijos en los colegios más caros de la Ciudad.

Y ahí mismo está el montón de niños pobres esperando inútilmente una beca que les permita estudiar.

¿Por qué alguien en la Secretaría no se faja los pantalones y pone un hasta aquí a estos abusos? ¿Porque don X habló con don Y quien le dijo a doña W que le diera a su compadre la beca sin chistar? ¿Y quienes no tienen a quién llamar? ¡Si supieran...

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