El Rompehuesos / Del cielo al infierno

La semana pasada, el mundo de la lucha libre se estremeció al conocer un nuevo escándalo de Alberto del Río, quien fue acusado de ataque sexual y lesiones por una mujer, presuntamente su novia, en Texas, Estados Unidos.

Los hechos narrados por la presunta víctima rayan en lo escalofriante, Alberto Rodríguez, su verdadero nombre, tuvo que pagar una fianza de 50 mil dólares para recuperar la libertad en lo que se realiza el juicio.

El problema para "El Patrón" es tremendo, de ser culpable podría pasar de 2 a 20 años en la cárcel, o tal vez alcanzar un arreglo económico fuera de tribunales, pero para como se manejan los abogados en EU, seguro que el librar el juicio le costaría una cifra con muchos ceros.

Del Río siempre fue polémico, y eso se hizo público en su paso por WWE, basta recordar su tormentosa relación con Paige, donde hubo acusaciones de violencia; o un par de días antes del SummerSlam de 2013, cuando se involucró en una pelea en un bar que provocó que subiera a su contienda ante Christian con el ojo morado y no se presentara a las conferencias de prensa.

Incluso, desde sus inicios como luchador en México, una edecán que vivió con él señalaba cuestiones negativas de su personalidad, aunque no se llegó a la violencia.

Lo realmente triste de este caso, más allá de que Rodríguez resulte o no culpable, es la manera en como una de las carreras más importantes en la historia de la lucha libre mexicana se vino abajo.

En su primera etapa en WWE, debuta en 2010 y se va en 2014, ganó prácticamente todo, se convirtió en una de las máximas estrellas de la empresa estadounidense, era una de las figuras más dominantes.

Su salida se dio por un problema de racismo, él fue la víctima, y regresó a México como...

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