Romancero de Nuevo Méjico

AutorAndrés Henestrosa
Páginas274-275
274
ANDRÉS HEN ESTROS A
Romancero de Nuevo Méjico
Muy hermoso, muy entretenido por las bellas piezas que lo informan –roman-
ces tradicionales, corridos, inditas y cuandos–, muy útil para los estudiosos
de la materia por los documentos que acumula, el libro de Aurelio Macedonio
Espinoza, R omancero de Nuevo Méjico. Su autor, descendiente de españoles,
al parecer nació en aquellas lejanas tierras, en otro tiempo pertenecientes a
México. Lo digo, porque cuando lo conocí me llamó la atención que hablara
como los españoles, si bien denunciando a las claras que era más aprendida
que natural, más imitación que propia, aquella manera de hablar. Espinoza es
el mejor conocido de entre todos los que se dedican a esta clase de estudios
en Nuevo Méjico. Desde hace cerca de medio siglo ha venido publicando ar-
tículos, libros y folletos acerca de los romances tradicionales. Este libro viene
a ser así una culminación de sus trabajos. El Romancero de Nue vo Méjico reúne
seguramente la mayor parte de la tradición romancesca de Nuevo Méjico y
desde luego lo más importante, pero esto no quiere decir que esté agotada la
tradición, dice el autor. Y así es. Nadie puede decir en puridad que agota un
tema de esta índole, porque a la vuelta de una esquina nos sale al encuentro
un romance, una canción, una copla, ni más ni menos que esa pa labra que
todos creían ya muerta. Y eso justamente es lo que me ha ocurrido mientras
leía el libro de Aurelio Macedonio Espinoza; recordé cosas olvidadas, al pare-
cer desaparecidas. He tenido la curiosidad de apuntar al margen de la lectura
las diversas variantes, versos sueltos, fragmentos de romances y corridos que
conozco de la tradición oral de los pueblos del Istmo de Tehuantepec que hablan
español, los cuales quizá fuera bueno comunicar al autor a la vez que a todos
aquellos empeñados en esta clase de investigaciones.
Muy cierto es que la huella de los españoles tarda mucho tiempo en
enfriarse, que el eco de su voz no se apag a nunca, que se quedan donde una
vez estuvieron. Por eso la poesía popular que trajeron los conquistadores,
la encontramos lo mismo en la sierra que en el llano de la América toda, a
pesar de que pasan los siglos y de que los pueblos de que una vez fueron
señores, llegaron a ser libres, o fueron señoreados por otra cultura, t al como
sucedió con Nuevo Méjico. Durante más de un siglo Nuevo Méjico ha vivi-
do en contacto inmediato con una cultura diferente y, en algunos aspectos
materiales, superior a la española. Sin embargo, los nuevos mexicanos de
ascendencia hispana, conservan todavía en pleno vigor la tradición espa-

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