Opinión Invitada / Rodrigo Martínez Aceves: Creer a medias no existe

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Creemos o no creemos, confiamos o desconfiamos: no admite términos medios. Estamos vivos o muertos, nadie puede 'medio morir'; el agonizante vive, el difunto, en cambio, muerto está.

Benedicto XVI, el Papa católico emérito, estableció un Año de la Fe, que concluirá el 24 de noviembre próximo. ¿A quiénes va dirigido? En términos generales diríamos que a todos en el mundo entero. En algunos casos servirá para robustecer la fe en Cristo y su Iglesia. En otros, quizá la mayoría, encenderá la llama de la fe. De ser descreído paso a creer, y de aquí brinco a ser congruente con mi fe. Nadie tiene la exclusiva, ni los habitantes de conventos o monasterios ni los sacerdotes, distinguidas personas de fe, dignas de todo respeto.

Se extiende a gente común y corriente, de los cinco Continentes. Por eso destaca, entre los santos que veneramos los creyentes, San Josemaría Escrivá de Balaguer, el santo de lo ordinario, como lo llamó el Papa Juan Pablo II el día de su canonización. Un hombre que dedicó su vida justamente a difundir la riqueza de la fe, entre mujeres y hombres de cualquier edad: solteros, casados o viudos, analfabetas o eruditos, ¡todos!

El documento "Puerta de la Fe" explica la trascendencia del Año dedicado a la fe. Inicia recordando que esa puerta está siempre abierta y es la clave para entrar en la Iglesia de Dios". El mensaje de San Josemaría transmite una fe viva, vibrante. Encaja de maravilla en el Año de la Fe, que por cierto será clausurado por el Romano Pontífice que gobierna la Iglesia desde marzo pasado. El Papa Francisco decidió dar continuidad a este Año en los cinco meses restantes.

Cabe señalar que, desde un punto de vista, los no creyentes llevan las de ganar, porque la semilla de la fe caerá en tierra fértil, sin siembras anteriores. Los ya creyentes, en cambio, podríamos ser incoherentes con las exigencias de nuestros principios, de aquello en lo que creemos. La meta de unos y otros, sin embargo, es la misma: identificarse con Cristo, alcanzar la santidad.

Dicen que quien no vive como piensa, acaba pensando como vive. San Josemaría hizo llamadas continuas a la coherencia entre la fe en Dios y la vida, y probó con su vida que esto es posible: "La fe no es para predicarla sólo, sino para practicarla", decía en su homilía Vida de Fe. Aceptó a Dios y junto con Él transcurrió...

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