Roberto Zamarripa / Acosado

AutorRoberto Zamarripa

Eran las primeras horas del pasado lunes 6 de junio. El Presidente Enrique Peña, cuentan quienes lo escucharon, reclamaba airado: que vengan aquellos que decían que con la aprobación del matrimonio gay el PRI ganaría las elecciones en la Ciudad de México. "Que vengan y me lo digan en mi cara", habría dicho.

La frustración por la derrota electoral del domingo 5 ya tenía un pretexto: el matrimonio igualitario, una iniciativa que fue escrita sobre las rodillas para satisfacer un propósito electoral y no necesariamente un anhelo social.

Para un segmento de priistas, dicha decisión costó el triunfo electoral en varias entidades y erosionó la credibilidad gubernamental.

Fue un factor de la debacle electoral, como se sabe, pero no el único ni, quizás, el definitivo. Pero sí ejemplo de la pérdida de toque, la incapacidad de un Gobierno dividido por articular sus decisiones.

El saldo electoral desnudó la fractura del gabinete, las rasgaduras, las hendiduras, por las que ahora se filtran y reproducen los daños externos.

Ya no todos son los hombres y las mujeres del Presidente. Unos por la pérdida de confianza; por los consejos que acabaron en desastre; otros porque decidieron apresurar su paso en la carrera presidencial y comenzaron a deslindarse del de junto.

En ese entorno, el Gobierno federal acumula mensajes contradictorios con titubeos y equivocaciones.

Cuando los dirigentes de la sección 22 del magisterio tomaban ruta electoral y se alistaban para ser Diputados, el Gobierno federal los encarcela. Iban a un redil que despreciaban, a una institucionalidad, si bien cuestionada, por lo menos civil y pacífica. Mejor de Diputados que de guerrilleros.

El desatino gubernamental los volvió a enviar al monte. Los encarcela por corruptos y deja impunes a los Gobernadores abusivos. ¿Cuál es el mensaje?

Un día arremete contra los maestros y levanta ámpula mundial. Corrige llamando al diálogo que después amenaza con disolver para volver a utilizar la fuerza.

Coquetea con el manotazo, pero una cosa es obligar a legisladores a corregir un artículo de una ley y otra obligar a policías y soldados a actuar sin freno. No es lo mismo explicar una fe de erratas que la hilera de muertos en el camino.

El último Presidente priista...

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