Roberto Newell / Una verdadera reforma hacendaria

AutorRoberto Newell

El discurso del Presidente sobre el estado que guarda la economía concluyó con una arenga para que ahora sí se hagan las reformas que el País requiere, y no sólo las posibles. Una de las reformas más urgente es la hacendaria.

El proceso para determinar los presupuestos de ingresos y gastos del año entrante está iniciando. La naturaleza de los programas de gasto e ingresos que se aprueben será una de las primeras señales que tendremos sobre qué tan serio es el compromiso de cambio de la nueva legislatura y el Ejecutivo federal.

Si impera la racionalidad económica, la negociación hacendaria debe constar de dos fases secuenciales. El primer paso debe ser preparar un presupuesto de gasto base cero.

Los presupuestos base cero son ejercicios agnósticos. En ellos, todas las propuestas están a prueba: se invita a los participantes a retar y cuestionar el destino de hasta el último peso que se va a gastar.

Generalmente, llevar a cabo un ejercicio de este tipo rinde frutos significativos. Cuestionar y justificar todo el gasto federal causa que se vuelva a discutir y cuestionar su plausibilidad. Lleva a que se analicen decisiones de gasto que frecuentemente no se han revisado en décadas. El ejemplo emblemático lo tenemos en la Secretaría de la Reforma Agraria, la cual subsiste para manejar cabos sueltos de un proceso de reparto agrario cuya fase sustantiva concluyó hace más de 20 años. Como este hay muchos otros programas que el Gobierno federal opera que quizás en algún momento se hayan justificado, pero que hoy ya no cumplen un fin práctico.

Una de sus principales virtudes de cuestionar todo el gasto simultáneamente es que el proceso crea condiciones que permiten hacer ajustes que serían imposibles de cambiar en forma aislada. Pero conviene hacer una advertencia. Sé por experiencia propia que los procesos presupuestales de este tipo despiertan gran ansiedad entre los trabajadores y pueden convulsionar a las organizaciones que los llevan a cabo.

Pero eso sí, que no quede duda: una revisión del tipo planteado eliminaría programas duplicados y caducos y reduciría el nivel actual del gasto.

Después de llevar a cabo el ejercicio arriba planteado tocaría el turno al lado impositivo. Aquí también recomiendo que se haga una reconsideración a fondo.

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