Roberto Newell / País bananero

AutorRoberto Newell

Dos veces en menos de 3 años, Estados Unidos ha puesto a la economía mundial en crisis. Similar conducta por cualquier otro país hubiera llevado a la intervención del Fondo Monetario Internacional y motivado comentarios cáusticos sobre la calidad de sus gobernantes e instituciones; de país bananero no los bajaban. Pero como los Estados Unidos es una súper potencia, ningún líder político se atreve a hablar de ellos en esos términos. No soy ni político ni funcionario público, por ello, puedo darme el lujo de decir lo que muchos otros piensan: el Estado americano se está comportando como se comportan los gobiernos de los países bananeros. Debería darles vergüenza; hace rato que sus problemas pasaron de la esfera técnica a la ópera bufa.

Vale la pena un breve recuento de los hechos. En 2000, Clinton llegó al final de su periodo de Gobierno. Los resultados de su gestión fueron muy buenos: la economía americana crecía a un buen ritmo (4.0 por ciento anual promedio durante su periodo); la inflación estaba controlada; las tasas de interés eran bajas; la tasa de desempleo era de sólo 4.0 por ciento; el Gobierno tenía un superávit fiscal y el saldo de la deuda pública era de poco más 55 por ciento del PIB, pero venía descendiendo. Se requería un gran esfuerzo para acabar con la salud financiera del Estado americano, pero lo lograron.

El Gobierno de Bush se estrenó con una medida poco ortodoxa pero políticamente rentable: bajó la tasa del Impuesto Sobre la Renta. Poco después de aprobar esta medida vino el atentado terrorista. La reacción del Gobierno federal fue buscar un culpable; decidieron que fuera Sadam Hussein. Como aumentar impuestos para financiar esa guerra no era políticamente atractivo, el Gobierno de Bush optó por aumentar el gasto corriente; al poco rato decidió instrumentar otra reducción de impuestos.

El error de financiar una guerra sin aumentar impuestos ya se había cometido antes, durante la guerra de Vietnam, pero a nadie se le ocurrió recordarle esto al Presidente Bush o al Congreso americano. Casi instantáneamente el superávit se invirtió y la deuda pública empezó a crecer. Al término de los primeros 4 años de gestión de Bush, superaba 60 por ciento del PIB. Este nivel todavía era manejable, pero estaba creciendo rápidamente.

El Presidente Bush necesitaba un cómplice que lo ayudara; lo encontró en Alan Greenspan (cabeza del Banco de Reserva de EU), quien le hizo fácil la tarea, instrumentando una política monetaria expansionista...

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