Roberto Newell / Ahora, todos somos keynesianos

AutorRoberto Newell

Durante las últimas décadas, cuando una economía ha tropezado, la salida ha dependido de aplicar la receta del FMI para economías en crisis. La esencia de este remedio depende de restablecer la estabilidad económica vía la reducción de la demanda agregada. Por ello, concluida la fase más aguda de las crisis, lo que sigue es rectificar los desequilibrios monetarios y fiscales que condujeron a la crisis. Esto significa reducir el déficit fiscal, contener el crecimiento de la oferta monetaria y dejar que la divisa del país se deprecie. Los programas del FMI son una medicina que sabe a rayos, pero tiene efectos terapéuticos probados.

Los programas de choque clásicos incluyen medidas similares a las que se están instrumentando actualmente, pero se apartan de la práctica convencional en otros casos. Por ejemplo, se parecen en que para evitar el colapso del sistema de pagos, los gobiernos han tomado control y/o facilitado la venta de instituciones financieras insolventes a otras que están en mejores condiciones.

Los gobiernos también han puesto en marcha programas para adquirir activos "tóxicos", con el fin de restablecer la confianza en esas instituciones y sanear su hoja de balance. De eso se trata el tan mentado Troubled Assets Recovery Program (TARP) del Tesoro de Estados Unidos.

Pero así como hay similitudes, también hay diferencias notables. Estas se notan, sobre todo, en la forma en que se está buscando rectificar los desequilibrios económicos.

La esencia de los programas del Fondo consta de corregir tres desequilibrios interactuantes. Uno de estos se manifiesta en la balanza de pagos, la cual generalmente está en niveles financieramente insostenibles antes de una crisis. Cuando los inversionistas se percatan de este riesgo, inicia una corrida contra la divisa del país y esto causa encarecimiento relativo de los productos que se adquieren del exterior.

Normalmente, la depreciación de la moneda funciona como un paliativo parcial, puesto que si bien el debilitamiento del poder de compra del país causa que se inviertan los términos de intercambio, generalmente la depreciación es insuficiente para restablecer flujos comerciales estables. Por ello, la depreciación es complementada por una desaceleración económica que reduce la demanda neta de bienes y servicios del exterior y elimina el déficit de cuenta corriente.

Algo parecido a esto le sucedió a Estado Unidos durante 2007-08. El dólar se depreció y la balanza comercial se contrajo...

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