Roberto Gómez Junco / Treinta años

A pesar de los pesares, es indudable el progreso del futbol, dentro y fuera de la cancha.

En México y en todo el mundo se juega cada vez mejor y crece cada día la cantidad de entusiastas aficionados, fervientes seguidores, diletantes conocedores y simples espectadores.

Comparados con los que existían hace 30 años, son mucho mayores, más profundos y más fuertes los intereses que rodean y enriquecen o contaminan a este maravilloso juego-deporte-espectáculo-negocio llamado FUTBOL.

Si hace 30 años se pensaba en el embeleso producido por el juego de Maradona y se disfrutaba de la presencia de Hugo Sánchez en cualquier área adversaria -sin vislumbrar todavía la veneración que se llegaría a sentir en todo el mundo por el juego de Zidane, o por el de Cuauhtémoc Blanco y Rafael Márquez en México-, ahora nos cautivan las incomparables maravillas de Messi, los clarificadores malabarismos de Neymar, la demoledora capacidad goleadora de Cristiano, el penetrante talento de Hazard, la desparpajada solvencia ofensiva de Griezmann, o el deslumbrantemente promisorio futuro de Mbappé... o de Hirving Lozano y Diego Lainez.

Hace 30 años la Selección Mexicana tenía dos y medio de haber...

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