Del Río Virgen, un asesino de saliva y papel

AutorRoberto Zamarripa

La noche del viernes 4 de junio, dos camionetas Kia y una honda CRV derraparon frente a la casa de René Tovar Tovar, candidato a alcalde por Movimiento Ciudadano (MC). Nativo de Ciudad del Maíz, San Luis Potosí, pero avecindado desde niño en Cazones de Herrera, Veracruz, René Tovar (también conocido como Remigio) ultimaba aquella noche los operativos de vigilancia del voto a unas 30 horas de los comicios.

Por su casa iban y venían simpatizantes y amigos a todas horas. Era prácticamente la sede de campaña. René, de 36 años de edad, disputaba la alcaldía contra Rubí Trinidad Escalante, esposa de Zenón Pacheco, panista y quien esa misma tarde tenía incómodas protestas frente a su casa porque le culpaban de inducir la compra del voto. Otro rival de René, era Orlando González, conocido como "Landín", quien había sido Alcalde por el PRD entre 2014 y 2017 durante las peores etapas de violencia en Veracruz.

Con "Landín" vino la inseguridad. Los secuestros aparecieron en Cazones. Un comerciante poblano, que vivía de la venta de verduras en la comunidad fue plagiado entonces; también el dueño de una tienda de materiales de construcción y la dueña de la tienda "Rosita". Otro plagiado en ese tiempo fue el señor Casiano, papá de René. Su liberación se logró tras el pago de 3 millones de pesos. Dicen que bandas de plagiarios también buscaban a su hijo. Los Tovar se dedican a la venta de hojas de maíz. Don Casiano posee una de las bodegas más importantes de Cazones. René Remigio, al que muchos apodaban "El Hojero", era el administrador de un negocio por momentos próspero.

El candidato de MC iba entonces contra una reelección disfrazada por parte del PAN y contra la leyenda negra de "Landín".

La noche del viernes 4, a unas horas de la elección en su casa había bullicio. Una casa de dos plantas pintada de beige ubicada en el barrio La Antena, en la zona de Cabellal 3. Una construcción con columnas estilo palafito que permitía una estancia techada en la planta baja y una terraza superior.

René Tovar atendía en la sala a unas personas que le fueron a pedir ayuda. Omar Ramírez, su coordinador de campaña, salió a recibir a un ingeniero de nombre Daniel, el encargado de emitir los mensajes por redes sociales del candidato. En el exterior estaban Pascual Espinoza, Willi Badillo, Lalo Cruz, Ulises el encargado de traer y llevar el aparato de sonido para los actos de campaña, Margarito, un albañil que era de los más leales colaboradores en los mitines. Adentro estaban Sergio Aldana, el Profesor Santos y Omar Ramírez. Recién había salido Miguel Uribe, el suplente en la planilla electoral. Uribe se metió a su camioneta y prendió el aire frío. Quería matar el tiempo antes de recibir la última orden aquella calurosa noche en la antesala de la elección.

El arribo intempestivo de las camionetas con vidrios polarizados levantó miradas. Un grupo de encapuchados descendió de los vehículos con armas largas, hizo disparos al aire y ordenó a las personas que estaban en la entrada que se tiraran al piso.

"¡Policías federales!", se escuchó. Un par de los embozados abrió la puerta de la camioneta de Miguel Uribe, le quitó las llaves, le pidió su cartera y le ordenó que se hundiera en el auto, que no viera nada.

"¡Al punto!", gritaba el responsable del operativo. Un grupo quedó afuera de la casa de René y otro golpeaba a los colaboradores del candidato, les pedían sus carteras y les obligaban a tirarse al piso. Apenas escuchó el escándalo y René fue a ocultarse en una cocineta. El coordinador de campaña, Omar Ramírez quedó atrapado en una estancia y los asaltantes le pidieron guiarlos al segundo piso de la casa para que les dijera dónde estaba el candidato mientras otros elementos buscaban en la planta baja.

"No lo encuentro", gritaba uno. "¡Maten a alguien para que nos digan!", gruñía el jefe de la operación. Al profesor Santos y a Sergio Aldana los golpearon para que dijeran dónde se escondía René.

Los disparos, el bullicio, los derrapones asustaron a los vecinos que llamaron a la Policía. El agente municipal Pedro Patiño acudió a la alerta. Conducía la patrulla 3276, una de las cuatro con las que cuenta el municipio. Con él, viajaban sus compañeros Celso Gómez e Isidro García. El total de policías municipales que tiene Cazones es de 30 efectivos y trabajan en turnos de 24 por 24, es decir que ese viernes trabajaban 15 uniformados.

Al llegar al sitio uno de los encapuchados que vigilaba el exterior del domicilio se acercó a la ventanilla donde conducía Pedro. Con voz enérgica le dijo: "ábranse, el asunto no es con ustedes. Váyanse o los matamos". Pedro atisbó en la oscuridad la situación. Vio el despliegue, las armas largas en alto, sujetos torvos enfundados con chalecos tácticos, todos con el rostro tapado y la inocultable decisión de que harían lo que decían. Pedro se acordó de lo que portaba: un revólver con 6 disparos útiles. El arsenal de toda la Policía Municipal es de 9 armas cortas y dos largas. Suficiente para dar más abrazos que balazos.

El policía dio vuelta en U y ordenó al copiloto Celso que llamara a Roberto Alpirez, el regidor de seguridad y a Isidro García le pidió que llamara a la Guardia Nacional para pedir ayuda. Alpirez les ordena que se retiren y se dirijan mejor a la casa del alcalde Zenón Pacheco porque había un alboroto. Los de la Guardia Nacional prometieron refuerzos.

Adentro seguía la búsqueda de René. Uno de los intrusos gritó desde abajo: "¡Acá está!". Una llamada a su celular lo delató. Los captores identificaron rápido al tipo robusto que buscaban de 1.78 de estatura y 78...

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